Soy
uno de esos casi cuatro millones y medio de ciudadanos de la Unión
Europea que este verano de 2018 acudió al llamamiento de la Comisión
Europea para manifestar su opinión, contraria por supuesto, al doble
cambio de hora que se produce sin sentido ni lógica alguna dos veces
al año desde hace décadas. En mi caso puedo decir que vivo esto de
toda la vida pues no sé qué significa que la hora no se cambie
todos los finales de invierno y verano y que nos adaptemos
paulatinamente a la evolución de la luz solar y a la natural
diferenciación de los días y las noches. Lo hice en inglés porque
se recomendaba este idioma como más seguro para tener en cuenta la
opinión y sacar conclusiones. Sinceramente, no me creo que ni la UE
ni la Comisión se hayan creído nada de la democracia participativa
ni de tener en cuenta lo que opina la ciudadanía en determinados
asuntos sino que, seguramente, alguien tenía tomada la decisión de
detener este despropósito horario, por razones que nunca sabremos, y
se ha apuntado a la moda del like
y lo social para que determinadas cosas parezcan más coherentes. Me
da igual cómo
haya sido el tema pero no puedo negar que el último viernes de
agosto me alegró mucho la propuesta de la
Comisión de que se detuviera el absurdo cambio de hora al que nos
enfrentamos y que significa una hipocresía porque no se produce un
ahorro cierto de energía en un planeta abocado al despilfarro
absoluto y sin remedio. Tampoco
estoy para defender furibundamente unos estudios inciertos que acusan
a este cambio de hora de miles de males sobre
la salud, de
más accidentes de tráfico o de alterar la vida de los niños y los
viejos porque cada vez me creo menos cosas. Lo que si sé es que a
mi, particularmente, esa hora de más o menos todos los meses de
marzo y octubre me sientan muy mal, tardo casi un mes en recuperarme
y ya he
manifestado en algún lado que el cambio es una expresión del
sistema productivo capitalista que gusta recordarnos que puede
controlar nuestros cuerpos porque así lo hace con nuestras mentes. El
caso es que, como ya digo, me alegré mucho de la noticia que creo
que es una de las mejores que he he vivido en mi vida, algo
que estoy seguro de no exagerar.
Días
después el gobierno de Sánchez soltaba uno de sus globos sondas
para atrapar progres proponiendo abrir un debate para unificar la
hora de la Península con la de Canarias, de tal manera que solo
contásemos
con un huso horario en España, cosa que parece lógica viendo la
corta extensión de nuestro territorio y sabiendo que en los más de
4 mil kilómetros de Estados Unidos solo
existen cuatro husos en su superficie continental. Sin embargo, este
tema considero que me sobrepasa y tampoco me apetece un debate sobre éste pues, para mi, ya es un éxito muy grande que el infame
cambio de hora al que me he tenido que enfrentar dos veces al año
durante toda mi vida pase
para siempre a la historia. Estoy
dispuesto a aceptar que ese debate no toca ahora o que, mejor, le
puede corresponder
a otra generación.
Hace
tan solo unos días escuchaba primero con sorpresa, después con
carcajadas y finalmente con asco y vergüenza ajena que Coalición
Canaria se unía a
este debate metiendo la diferencia horaria como un aspecto
identitario del Archipiélago Canario y al hecho
diferenciador innegociable que,
teniendo en cuenta cualquier hora que tuviese la metrópolis
peninsular en Canarias debería
de haber, siempre, una menos porque esto era parte de nuestra
idiosincracia y una
promoción gratuita impagable para una tierra abocada al turismo como
la nuestra. Estos eran los argumentos de determinados popes de esta
formación, que ha gobernado caciquilmente
nuestras islas durante 25 años a pesar de ser la tercera fuerza
actualmente en votos, y la
del Presidente Fernando Clavijo que ya no sabe donde meterse para que
no se lo lleve la grúa
que están a punto de imputarle y con la que siendo alcalde de La
Laguna hizo que su patrimonio personal aumentara exponencialmente.
No
cabe duda: para ATI CC ser menos
es una cuestión identitaria, que impregna carácter nacional y un
hecho diferencial. Canarias es la región que menos
invierte en sanidad, en educación, en justicia, que tiene menos
gente trabajando porque tiene más parados, que
menos políticas
sociales tiene entre sus
prestaciones, donde
la igualdad y la
dependencia representan menos
porque aquí los ricos son
más ricos, la que menos
transparencia democrática tiene, la que menos
aprecio a la cultura siente y la que más se vanagloria de su tierra
a pesar de que son las administraciones canarias y CC las que más
daño ambiental han hecho a nuestro territorio porque son las que
menos lo han respetado
en el actual periodo de democracia ceremonial.
En
Canarias siempre hemos estado gobernados primero por una aristocracia
y luego por una burguesía improductivas, depredadoras del
territorio, que ha ganado muchísimo gracias a matar de hambre a la
mayor parte de su población y
a que una parte importante de canarios y canarias hayan
tenido que emigrar tradicionalmente
y a engañar a los de fuera,
se llamen peninsulares, godos
o el sistema de subvenciones de la Unión Europea, adoptando
siempre una posición de criollos superiores que gobiernan, de manera
bananera, a una población indígena de
categoría inferior, que
somos los millones de canarios que hemos vivido aquí desde la
conquista del archipiélago, a base de dar pena por ser
ultraperiféricos,
atrasados o tener una hora menos.
Coalición Canaria representa
a este tipo de burguesía a la perfección y
en sus cinco lustros de existencia este es el verdadero hecho
diferencial que representa
a esta formación y
con el que se ha producido una riqueza improductiva y miles de
sinecuras. Si CC pudiera
elegir el horario de Canarias, sin duda los canarios no tendríamos
que soportar solo una
hora de atraso respecto a nuestro entorno sino que a
los ciudadanos nos habrían
situado un siglo por detrás de nuestra posición en el globo
terráqueo y de nuestros referentes culturales porque así ellos
serían inmensamente ricos,
poderosos sin límites y no se tendrían que enfrentar a ese
simulacro de democracia que llaman elecciones
y que los merma de tener el poder absoluto que desean a pesar que
todas las fuerzas políticas, ahí tenemos a esos traidores de las
franquicias de Sí se puede,
metidos completamente en el aro y coqueteando con CC cuando no
llamando a su puerta, cuando
pillan poder acaban sirviendo a éste.