Cuando
me enteré de la trama principal de la serie Orange
is the New Black, una
pija neoyorquina ingresa en una prisión Federal 15 meses por un
delito de tráfico de drogas que cometió diez años antes a pesar
que está reinsertada
en una vida normal, me pareció que un argumento así,
tres
temporadas renovada a una cuarta, no podían dar para tanto y que sus
guionistas y la productora extendían la trama para vivir de ello.
Sin embargo, las buenas críticas y el sello de es vídeoclub online
que está revolucionando la froma de ver televisión, Netflix que ha
hecho otra maravilla llamada House
of cards,
me hicieron, en buena hora, acercarme a ella.
En
primer lugar el tiempo en la cárcel, en esta cárcel en concreto, no
pasa igual que fuera de ella y las cosas se relativizan a niveles
casi cuánticos. Lo que más se me ocurre es el símil de una persona
que pasa depresión durante años y tiene que vivir con esta
enfermedad a todas horas cada segundo del día y el se le hace
infinito. En segundo lugar lo que al principio se presenta, adrede,
como una trama de unas malotas
tatuadas
metidas entre rejas, una pobre chica inocente y un sistema
penitenciario absurdo pero recto y necesario va evolucionando de este
maniqueísmo idiota hacia una realidad de personajes complejos, con
sus momentos buenos pero con sus miserias independientemente del
bando en el que estén y gracias a ello la trama cobra gran interés.
Ésta
comienza centrada en el personaje de Piper Chapman, basado en una
mujer real que pasó por una situación similar y que escribió unas
memorias que se acabaron convirtiendo en un éxito de ventas, que
deja fuera de la prisión al hombre con el que se va a casar, cuyos
últimos pensamientos antes de ingresar son que se va a perder varias
generaciones del iPhone y le pide a su novio que la espere para ver
juntos Mad
Men,
que las otras reclusas le dan miedo y que encuentra a la novia
traficante con la que tuvo un romance diez años antes y que la ha
llevado a prisión pero se va diluyendo dentro de la cárcel donde
todas las reclusas, independientemente del delito que han cometido,
son iguales. Hacia la mitad de la primera temporada Chapman nos da la
clave de lo que es una prisión no sólo en la serie sino seguramente
de las prisiones en la vida real: aquí dentro todas
somos iguales
sin importar lo que hayan hecho o si en verdad lo han hecho por lo
que se habla más de que la gente está allí por haber cometido
decisiones
equivocadas
que por ser delincuentes. Durante los sucesivos episodios, un poco
nos recuerda al estilo de la malograda serie Lost,
vemos flashback que cuentan la vida de las protagonistas antes de
ingresar en prisión, lo absurdo del sistema americano y que el 90
por ciento de las reclusas están allí por temas relacionados con
las drogas. Esas sustancias que cruzan la frontera de México, por
ejemplo, provocando decenas de miles de muertos al año para que los
norteamericanos medios se droguen y diviertan en sus fiestas porque
tienen derecho
a ello pues son la mayor
democracia del mundo
cuando lo que son es el país más corrupto del planeta.
Ya
dije más arriba que las cosas en prisión se relativizan. Un cepillo
de dientes que aquí tiramos cada mes a la basura allí es un objeto
muy valorado, puede hasta hacerse un arma
con él, los funcionarios tienen sus miserias fuera y dentro del
penal y se aprovechan de algunas presas para tener relaciones
sexuales gratis,
los psicólogos de la prisión acaban yendo a ver a otros psicólogos
y los cargos intermedios aspiran a trepar. La directora de la
prisión, por ejemplo, debe su tren de vida a que desvía fondos a
sus cuentas privadas y financia la campaña de su marido que aspira a
ser Senador por New York y vemos como las contratas privadas, que son
las que gestionan la prisión por concesiones del Gobierno Federal,
escatiman en gastos y adocenan a personas en verdaderas jaulas para
que su cuenta de resultados se incremente cada ejercicio fiscal. A
pesar de estar viendo una serie de ficción, eso de basado
en hechos reales
es una falacia para vender más pues lo que vemos es ficción pues ha
pasado por un sistema de producción y unos guionistas, hay una
pregunta que está todo el rato en el aire: ¿hasta qué punto la
mayor
democracia del mundo
prefiere seguir manteniendo ilegales las drogas pues éstas son el
mayor negocio de las mafias, de la corrupción y hasta del sistema
carcelario pues si fueran legales las prisiones quedarían casi
vacías? Es una pregunta muy compleja que no tiene una respuesta
fácil y que, simplemente, prefiero dejar abierta.
Las
reclusas son las que nos dan la mayor lección de vida de toda la
serie. Están organizadas por clanes: latinas, afroamericanas,
religiosas peculiares, cocineras, lesbianas, señoras o heroinómanas.
Tienen que sobrevivir a un ambiente hostil y duramente represivo, ahí
Foucault en Vigilar
y Castigar
tendría mucho qué decir, pero que sin embargo, y ya digo que
independientemente del delito que arrastren aunque hayan matado a
personas, se permiten el lujo de tener gestos de humanidad con sus
compañeras, que ya quisieran muchos de los que están fuera, porque
es una forma más de sobrevivir y, por qué no, de expiar sus delitos
aunque intuyamos que muchas, cuando cumplan su condena, volverán por
allí. Orange
is the New Black
es una serie que no sólo nos permite pasar un rato entretenido, yo
la considero una falsa comedia porque habla de dramas en primera
persona, sino que bien vista nos permite pensar sobre muchas cosas
como por ejemplo dar valor a todo lo que tenemos y es una verdadera y
sincera lección de humildad pues nada es blanco o negro y las
personas somos muy complejas. Es pura humildad en naranja.