Impagables son eso vídeos que el astronauta Chris Hadfiedl hizo en la ISS cuando estuvo en una misión por la Agencia Canadiense del Espacio. No sólo cantó un tema de David Bowie, Space Oddity, sino que nos enseñó que las cosas más comunes que hacemos en la Tierra, dormir, cepillarnos los dientes, comer y hasta oler, allí funcionan de manera distinta. Si saben un poco de Inglés, el mío es bastante bueno cuando se trata de escuchar a americanos, canadienses o personas que su segunda lengua es el inglés salvo el de los británicos que ni ellos se entienden, descubrirán que en el espacio no se puede llorar porque las lágrimas no caen, necesitan de la gravedad terrestre, y éstas se quedarán pegadas al ojo como bien nos demuestra en el vídeo. Tears in space don't fall.
Aquí
en la Tierra las lágrimas siempre caen no sólo por la gravedad sino
porque este mundo es un mundo de dolor. Mi experiencia en la vida me
ha enseñado que hay dos tipos de lágrimas que caen sobre la tierra
o la almohada. Las primeras y más tristes son las del dolor. El
dolor que te produce la traición, la injusticia, la gente miserable
que hace daño al prójimo para alegrarse porque no tienen
sentimientos, las que estallan porque las situaciones nos pueden, las
que sientes por el desconsuelo de haber perdido a un ser querido, las
que provienen de la rabia por un engaño o las de la tristeza que
sientes dentro y no sabes muy bien de dónde provienen. Estas son las
más comunes, las que nos exige en este mundo el sistema
judeocristiano que nos ha impuesto por más de dos mis años que a
este mundo se viene a sufrir y que dice la empresa más antigua de la
historia y que tiene un marketing cruel que se llama socialización.
Son lágrimas de la injusticia porque esto no es cierto que a este
mundo se haya venido a sufrir y porque no las controlamos, salvo
algunos hombres que nos enseñaron que los niños no lloran. Yo
soy hombre y confieso una cosa: he llorado muchas veces.
Hay
otras lágrimas más beneficiosas que son las que provienen de las
emociones hacia los demás, de la empatía, de la solidaridad y de la
con pasión definiendo este término como el hecho de entender
el padecimiento del otro. Levinás habla de alteridades pero
desconozco si tiene un tratado sobre las lágrimas y el llanto. Son
las más beneficiosas y las que nos dignifican como personas pues
éstas significan que somos capaces de ponernos en la piel del otro.
Reivindico estas lágrimas como forma terapéutica de sanar a esta
sociedad que está enferma de dolor, un dolor que se pasa en privado,
y que como acto de las pequeñas cosas está condenado de cambiar el
mundo desde abajo y no desde arriba como estos días de miserable
campaña electoral nos quieren hacer creer. Lloremos así ahora que
estamos en la Tierra antes que las generaciones que están por venir
se adentren a la conquista del espacio y no es que no puedan llorar
sino que su lágrimas no caerán. Para cuando eso no sólo no
estaremos muertos sino que nadie llorará por nosotros.