Lago Saimaa en Imatra al norte de Suomi. Foto cedida. |
A
lo largo de mi vida he conocido a mucha gente que se puede calificar
como fría. Son gente que vive principalmente de los halagos
calculados, las palabras como te quiero o me gustas son
puro artificio instrumental, les vales hasta que obtienen lo que
quieren de ti, muchas son absolutos vampiros emocionales y seres
tóxicos, y están muy dadas a que cuando las necesites te cuentan
aquello de a ver si nos vemos cuando pasen estas fechas que
suelen ser navidades, semana santa, carnavales, las romerías o el
concierto de la Sinfónica que como ya sabemos es un buen lugar para
dormir en la dársena pesquera. Jamás quedarán contigo pero siempre
que te vean lo repetirán por si algún día les haces falta. Decía
Jonathan Swiff que en el mundo cuando una persona brillante suele
sobresalir sobre las demás se las puede conocer bajo este signo:
todos los necios se conjuran contra ella. Entiéndame el
lector que no me estoy poniendo por encima de nadie, he tenido mis
necedades que han sido las justas, pero este mismo aforismo se puede
aplicar a la frialdad de esos seres vampiro que te chupan hasta el
alma si pueden. Y cuando hablo de alma me refiero a esos maravillosos
procesos neuronales, muchas veces son guerras internas, que ocurren
en un cerebro dividido en tres partes que van emergiendo desde los
estratos antiguos hacia los más modernos situados en el lóbulo
frontal y que las farmacéuticas ocultan sus investigaciones porque
el negocio de las enfermedades crónicas les dan muchos billones de
dólares.
Hay
un sitio que todavía es más frío que esto pese al calentamiento
global: los países nórdicos. Finlandia, Suomi como lo llaman sus
habitantes, es uno de ellos. Para los que somos del sur son lugares
duros pero increíblemente bellos. La naturaleza es exuberante,
puedes salir al bosque a coger setas, la educación es una de las
mejores del mundo a pesar de que ahora todo el mundo la critica porque,
para mi en buena hora, los niños deben de dejar de dar importancia a
la caligrafía en un mundo que se comunica ya con pantallas, donde
hay empresa como Rovio en la que la creatividad de este sistema ha
hecho de los Angry Birds un emporio mundial y donde el
Ministro de Finanzas echa la culpa del 2,7 por ciento de paro a Apple
y a Steve Jobs pues con el invento del iPhone se hundió Nokia y con
el iPad se imprimen menos periódicos, las papeleras de Suomi son las
mejores y más productivas del mundo con bosques que van regenerando de manera organizada,
y que según el New York Times estima que su última edición
en papel saldrá en el año 2020.
Gracias
a las llamadas nuevas tecnologías pese a que ya llevan años
y están perfectamente asentadas en un mundo cada vez más global y
cruel con la internacionalización del terrorismo, encontré a una
amiga que llevaba diez años sin saber de ella. Nos dimos cuenta que
los dos atravesamos circunstancias parecidas y recordamos cuando hace
una década cerrábamos todos los bares nocturnos de La Laguna y
abríamos los primeros de la mañana. Ella y yo descubrimos que no
sólo no estábamos para esos trotes ahora sino que compartíamos
cosas comunes: el daño que produce la frialdad humana que al de ella
hay que unir un clima duro pues puede estar a menos diez grados en su
jardín o que a las tres de la tarde ya haya oscurecido. Nos agradó
encontrarnos después de tantos años.
A
más de seis mil kilómetros de distancia es más que probable que no
nos volvamos a ver nunca pero que nuestros tránsitos vitales en
busca de la estabilidad emotiva hayan coincidido para mi ha sido un
honor. Antes el tránsito era cerrar y abrir bares, ahora es mucho
más complejo. Lo que me parece una verdadera putada de la vida es
que una persona que considero que tiene honor, que es leal con los
amigos hasta la muerte, que sus palabras son sus pensamientos y que
hablar de manera instrumental para aprovecharse de la gente es algo
que no entra ni de refilón en su forma de entender la vida y las
relaciones esté tan lejos de mi o yo de ella porque encontrar una
persona con valores es cada vez más difícil. Desde aquí le digo lo
que alguna vez ella me ha dicho cuídate tú que yo desde aquí no
puedo.
Dedico
esta entrada a mi amiga Hanna, la Rubia del Círculo Polar, por
aquellas noches que casi nos bebimos toda Malasaña y luego las
continuamos por La Laguna.