A
poco más de 24 horas de la muerte del excepcional periodista de la
Cadena SER, Carlos Llamas, se han
sucedido dos acontecimientos que, sin duda, le hubiera gustado
informar y comentar,.
Por
un lado Aznar ha vuelto a hablar.
Después de que El País desvelara la lamida de culo de este
personaje a su ídolo Bush con las transcripción de las
actas de la conversación de Crawford que llevaron a una guerra,
que todavía es presente, en la que han muerto centenares de miles de
personas inocentes volvió a hacer unas declaraciones como siempre
calumniosas el que es uno de los personajes más mediocres que ha
dado la historia española contemporánea incluida la figura del
dictador Franco. Ojalá pudiéramos olvidarlo y hacer como que nunca
haya existido pero los miles de muertos, que son inmunes a su
conciencia por lo visto, nos han de recordar durante muchas
generaciones que un segundón gris se creyó tan iluminado como para
cambiar radicalmente la política exterior española de los últimos
200 años.
Por
otro lado, la justicia chilena ha
actuado contra la familia del difunto dictador Augusto Pinochet,
también contra otras personas, por delitos de blanqueo de capitales,
evasión fiscal y demás basura unida al mandato del genocida. Aunque
el Juez Baltasar Garzón lo retuvo durante más de un año en Londres
Pinochet, como buen fascista, murió en la cama con la absoluta
impunidad de los miles de muertos que pesan sobre su conciencia. Este
pataleo contra su familia de ladrones no es el acto de justicia que
necesitan las víctimas pero consuela un poco.
José
María Aznar como consejero de News Corporation peor pagado y con un
inglés con acento mejicano viaja mucho por el mundo. Debiera de
tener cuidado en sus escalas: del Trío de las Azores él es el menos
protegido. No veo a un juez de cualquier parte del planeta actuando
contra Bush y Blair pero sí contra Aznar. Y tendría suerte porque
si un país civilizado lo captura para juzgarlo por genocidio es
seguro que no sufriría torturas como las que padecen los presos de
las cárceles de Irak. Ahí están las de Abu Ghraib para vergüenza
del planeta entero. Este tipo tiene la suerte de los mediocres, ya se
libró de un desafortunado atentado contra su persona.
No
creo que Carlos Llamas hubiera dicho lo mismo que yo ahora porque lo
considero más lúcido en el peor de sus momentos que yo lo pueda ser
en el mejor de los míos. Y es que ya en poco más de un día de su
muerte no sólo se le echa de menos sino que uno piensa en lo bien
que se hubiera encontrado comentando este tipo de cosas. Mientras
otros siguen haciendo su basura de radio por ahí.