09 junio 2014

Adiós, Héctor


Los que no medimos nuestra existencia con la vara de la vida eterna, los que no creemos ni en cielo ni en infierno sino en un mundo que ya es más lo segundo y luchamos para que sea lo primero y los que pensamos que la justicia se debe impartir aquí y no en un más allá del que nadie ha vuelto para decirnos cómo es aquel nos suele costar mucho más perder a un ser por el que sentimos afecto que otros que creen en todas estas cosas porque es difícil hallar el consuelo de los que tienen alguna fe. Sobre todo después de enterarnos que Héctor Vargas, el poeta más sensible que muchos jamás conoceremos y al que yo personalmente jamás le vi un mal gesto en todas las veces que coincidimos especialmente en el Blues Bar, se haya ido de la misma forma que los personajes de sus relatos o poemas lo hubieran hecho: dejando huella. Esta no es tierra para gente de ideas soñadoras como las suyas, Canarias es una tierra de mequetrefes, segundones y enchufados que acaparan los puestos de mando en todos los sectores de esta sociedad y malogra a gente de talento de la talla moral, intelectual y humana de Héctor Vargas Ruiz que nacieron con una sensibilidad fuera de lo común. El cariño con el que hacia las cosas, sin embargo, no será olvidado en mucho tiempo pues me consta que somos muchas las personas que por él sentimos afecto y que haremos que pase mucho tiempo hasta que su recuerdo se haga olvido. Esto es un consuelo no para él, que seguramente sea el que menos lo necesite en estos momentos, sino para los que nos quedamos por aquí un tiempo más con la pena de no verle más pero habiendo tenido el placer de haberle conocido, de haber escuchado un poema suyo de sus labios, de haberle podido saludar por la calle o en el 24 horas comprando cervezas como fue la última vez que lo vi días antes de que se fuera.

La foto que ilustra esta despedida es de un fotógrafo o fotógrafa desconocidos para mi que cogí de su perfil de Facebook. Sé que a él no le molestaría y espero que a la persona que hizo la foto tampoco. La imagen recoge la esencia de su persona y la forma con la que a todos los que lo conocimos lo recordaremos siempre: alegre y haciendo reír mostrando las paradojas de este mucho cabrón, como en el vídeo de aquí debajo. Siempre me he preguntado qué pasará con los perfiles que todos tenemos en nuestra vida digital cuando no estemos para atenderlos. Supongo que de los servidores donde estén alojados será borrada la información algún día pero antes de que esto ocurra con los suyos sucederá una cosa: que sus buzones acabarán llenos hasta petar pues no queremos acostumbrarnos a que se nos haya ido tan pronto. Este es el texto más amargo que he escrito nunca en este blog pero tenía que hacerlo. Adios, Héctor.