No
sé cómo nadie se había dado cuenta hasta ahora pero la solución
de todos nuestros males estaba ahí, delante de nuestras narices, y
el Ministro del Interior y del Opus Dei, Jorge Fernández Díaz, ha
visto las cosas claras gracias
a
la intervención
de la Virgen
del Pilar. Sin duda la crisis económica, el paro que sufren seis
millones de personas, la corrupción estructural que afecta a todos
los partidos apenas tocan poder, las visitas al taller del Borbón
cuando dispara elefantes, el hecho de que cuando la gente se
manifiesta por sus derechos sean de ETA o que sea irrefutable el que
haya sido una militante del PP la que presuntamente asesinó a Isabel
Carrasco se van a arreglar inmediatamente controlando las redes
sociales y, en concreto, el uso que la gente hace de Twitter.
Miserables
e indeseables han existido siempre y las salvajadas que se han leído
estos días tras el asesinato de la Presidenta de la Diputación de
León, una cacique de la que no hay que alegrarse de su muerte pero
cuyo asesinato jamás puede ser excusa para dulcificar los modos
mafiosos de actuar de esta señora, son la desgracia de nuestra
cultura hispana pues
nuestra
sociedad ha
estado
siempre
guiada
por
sentimientos como la envidia y la cobardía
de muchos
que,
escondidos
detrás de una pantalla, llegan a creerse completamente anónimos.
Este
tipo de comentarios han existido antes, reconocemos enseguida que son
bien propios de tertulias de bares, pero
lo
que sucede es que ahora se ven amplificados por la repercusión
mediática de las redes sociales y unos medios de comunicación que,
sumidos en una grave crisis, acuden a éstas para hacer negocio
buscando la
carnaza fácil. Nuestro carácter latino nos hace así pero eso no
quiere decir que no tengamos remedio y que debamos asumir como
irremediable esta forma de ser que tiene cura
pero que no es a través de la represión y
penalización de un tema tan complicado
sino de la educación.
A
no ser que el gobierno del PP quiera establecer algo así como el
Crimen Mental de la novela 1984
de George Orwell las cosas que se han dicho en las redes sociales
sobre Isabel Carrasco, muchas de ellas amplificadas por los medios de
manipulación de la información que hacían visibles a centenares de
miles de personas usuarios de Twitter que apenas tienen 300
seguidores, no son un delito aunque deban ser reprobadas moral y
socialmente. Recuerdo ahora a algunos curas y obispos hablando de
manera homófoba diciendo que los homosexuales se van a quemar en el
infierno o señalando que hay menores que van provocando la
pederastia
y, aunque estas cosas apesten a rancio, no son delito sino
que
se enmarcan dentro del derecho a la libertad de expresión por
mucho que nos dé asco el asunto. Es
el deber de la ciudadanía concienciada el condenar al ostracismo a
los que dicen este tipo de cosas como también a los que aplauden el
asesinato de una persona por muy falta de vergüenza y corrupta que
haya sido Isabel
Carrasco,
esa
señora de los 13 sueldos. Sin duda, un límite debe haber y éste
estaría
en la incitación directa
al delito, al odio, al racimos, a la xenofobia o al asesinato de la
misma manera que estas cosas son punibles en un bar, en una columna
de un periódico o en
una discusión en medio de la calle con testigos.
Una sociedad madura, y la nuestra no lo es, este tipo de cosas se
acaban cayendo por su propio peso gracias a la educación de la gente
y no a que se intente penalizar judicialmente
hasta la íntima cuota de la libertad humana que es el pensamiento.
En
un país asolado por la corrupción donde la doble marca PP PSOE han
robado miles de millones en los sobres, los ERE y han dejado un
agujero en las cajas de ahorros de 38 mil millones, todo apunta a que
esto permanecerá impune, es insultante ver cómo la casta trata de
salvaguardarse a sí misma criminalizando el desafecto de la
ciudadanía que ellos mismo han provocado. La libertad de expresión
parece correr peligro y pronto podríamos ver entre rejas a tuiteros
antes que a los políticos y empresarios que nos han llevado hasta el
punto de asfixia en el que estamos metidos ahora. Imposibles de
ponerse de acuerdo en los grandes temas que afectan a esta sociedad,
el modelo económico que necesitamos, el tipo de sanidad que
merecemos o el mejor sistema educativo que nos harán progresar, PP y
PSOE siempre acaban pactando todo lo malo que esté por venir. Ya lo
hicieron con la ley de partidos cuando gobernaba Aznar para
ilegalizar a HB, condenando
así el sentir político de cientos de miles de ciudadanos, y
sin duda la campaña anti redes sociales que promueve el Ministerio
del
Interior tiene como base este mismo pensamiento autoritario.
También acordaron
en un fin de semana del verano de 2011 reformar la Constitución
incluyendo en esta carta que los intereses de los préstamos
ilegítimos y usureros que recibimos de
la banca privada para
financiarnos están por encima de los derechos sociales y de la
calidad de vida de los ciudadanos pues el PSOE no es más que una
sucia socialdemocracia que tiene el honor de haber resuelto un
conflicto laboral, el de los controladores aéreos en
2010,
usando al ejército como mismo hacia el dictador Francisco Franco. Lo
que viene, sin duda, será más grave pues ya estaba anunciando ese
dinosaurio que tienen llamado Felipe González que el futuro de
España pasa porque estos dos partidos pacten gobiernos de
concentración pues el bipartidismo está herido de muerte y es muy
posible que el PSOE no vuelva a pillar poder en lo que le queda de
existencia.
En
torno a las redes sociales hay una burbuja, como en tantas cosas, que
hace que éstas sean sobrevaloradas. Ni Twitter ni Facebook son la
solución a los problemas de liberad de expresión que nos acosan
pero
tampoco son el origen de todos los males que nuestra sociedad
posmoderna está atravesando. Son
un medio de expresión que hacen que millones de personas puedan
expresar sus opiniones, a veces con mala fortuna como hemos visto
estos días, y que quiere ser controlados por una casta política que
le da miedo la democracia real y que entiende ésta como la
posibilidad de votar una vez cada cuatro años. El asesinato de
Carrasco no es un crimen político, por mucho que la caverna
mediática de la ultraderecha española se empeñe en señalar esto
de una manera bastante miserable, sino que se enmarca más en el
ajuste de cuentas entre personajes y facciones de un partido como el
PP que está más en la orbita de la
delincuencia organizada, véanse los papeles de Bárcenas, la red
Gürtel que financiaba al partido y el hecho que el mismo Rajoy haya
estado décadas cobrando en negro, que de su verdadero propósito que
sería el de hacer política.