Entre marzo de 2003 y junio de 2009 tuvo
lugar en la empresa de transportes
de Tenerife, TITSA, una estafa que seguramente viendo la corrupción
generalizada y estructural en la que vivimos sea calderilla pero que
no deja de asombrar por la desfachatez de los timadores,
no eran políticos ni grandes empresarios, y por el mantenimiento en
el tiempo sin que ningún órgano de control, ni inspección ni
contabilidad interna de la compañía lograran alertar a nadie más
que un suceso en principio fortuito: que un directivo de la empresa
descubriera sin querer una máquina expendedora en Güímar que
vendía bonos de guaguas de esta compañía sin que se tuviera
conocimiento de ello. Por aquí ya
hablamos de esto hace unos años
pero no está de más
recordar esta tremenda chorizada de la que todo el mundo parece no
dar importancia, nadie que debiera
estarlo parece escandalizado y
sobre todo repugna que
no haya
rodado cabezas políticas ni en la empresa por este asunto ahora que
ha salido el juicio contra los nueve timadores.
Llama la atención que no se pueda
justificar el fraude a la empresa de una manera precisa sino que se
cuantifique éste entre un mínimo de 4.483.387,12 y un máximo de
7.661.855,09 euros. Siguiendo esta lógica, lo que se deja ver es que
las contabilidades de muchas empresas públicas son
un documento completamente inútil que
sirve para engañar al contribuyente, que
es elástico y en el que pueden dar agujeros contables de hasta un
millón de euros durante seis años seguidos sin que pase nada y no
se haga una inspección interna. Esto deja entrever otro tema
preocupante en esta empresa que, recordemos, es de titularidad
pública y cuyos problemas de contabilidad jamás se podrían dar en
una empresa privada que viva exclusivamente de lo que factura: que
esta no
era la única irregularidad ni problema contable en TITSA en
estos años. Yo soy de esos de los que no me gusta mucho el estado
pero creo que determinados sectores estratégicos, la movilidad en la
isla de Tenerife sin duda lo es, debe estar en manos públicas bajo
empresas transparentes y con un control absoluto y completo de la
ciudadanía para que
se busque
el interés público primándolo sobre los intereses particulares,
todo lo contrario a lo que pasa en Canarias.
Este tipo de corrupciones y miserias hace que sean incontestables las
voces que hablan de privatización de este tipo de servicios porque,
sin duda, este agujero contable hubiera salido a la luz muchísimo
antes como así pasó tras la entrada del chiringuito creado por
Ricardo Melchior de Metropolitano de Tenerife que empezó a denunciar
descuadres contables entre los bonos emitidos y los pasajeros detectados en
sus dos líneas del área metropolitana.
Ni trenes, ni tranvías, ni vehículos
particulares: la movilidad en la isla de Tenerife siempre tendrá que
pasar por un tipo de
vehículos flexibles como es la guagua que puede llegar de manera
rápida, económica y eficaz a casi
cualquier parte de nuestro
territorio insular que recordemos es uno de los lugares del mundo
donde en poca distancia se produce una mayor
diferencia entre el nivel del mar y su punto más alto que es la zona
de Las Cañadas y el pico del Teide. De esto muchos se olvidaron en
la época en la que atábamos los perros con longanizas y éramos el
pueblo de nuevos ricos del planeta dónde se creció de una manera
completamente
incontrolada creando una burbuja que ahora nos tocará décadas
superar. Los planes de expansión del tranvía en toda la isla, Santa
Cruz, Añaza, Las Teresitas o el Sur de la isla, junto con las
pretensiones de los trenes del norte y del sur hubieran significado
una deuda que este pueblo no se hubiera podido permitir y que nos
hubieran hundido en la miseria durante muchísimos años. Aún así
en Tenerife hay algo que deberemos de tener claro,
la herencia de Ricardo Melchior que ha dejado el Cabildo de Tenerife
como una de las instituciones, por territorio y volumen de
habitantes, con una de las deudas más grandes de España. Morirá
él, moriremos muchos de nosotros y todavía gente que no ha nacido a
fecha de hoy estará pagando sus caprichos, sus fantasmadas, sus
amiguismos y su estilo caciquil.
El tren de vida de los nueve acusados,
uno de ellos juzgado en rebeldía pues dio el piro, de robar hasta
casi ocho millones de la empresa TITSA, de robarnos en definitiva a
todos los ciudadanos, es impresionante y difícil de esconder.
Vendían 1.500 bonos a la semana sin ningún tipo de gasto y habían
hecho empresas familiares para blanquear el dinero negro, habían
comprado pisos, garajes, coches de lujo estafando
en algo tan básico en esta isla
como es por la necesidad de la gente de moverse en ella. Sigo sin
comprender no sólo porque se tardó más de seis años en detectar
el fraude sino, sobre todo, que este escándalo no
esté en boca de toda la opinión
pública y no hayan rodado cabezas, dimisiones y ceses fulminantes.
Nunca lo entenderé y me acaban confirmando una
idea que tengo desde hace mucho tiempo: que esta sociedad canaria es
capaz de tragar con todo lo que le echen mientras el estómago ande
caliente y tengamos nuestra ración mínima de televisión y circo
porque, sobre todas las cosas, en pocos días habrá otro derbi
canario.