Es
más que probable que a
Javier Gallego y a su equipo de Carne Cruda 2.0 le queden
dos telediarios en la Cadena SER a tenor de como un trepa caradura
como Juan Luis Cebrián está derechizando el Grupo Prisa
entregándoselo en bandeja al gusanerío de Miami que tan buenos
negocios ha hecho históricamente con el Partido Popular y, más
concretamente, con José María Aznar. Escuchar
a esta gente en una radio comercial riéndose, con mucha clase, de la
ultraderecha, la realeza y la miserable socialdemocracia española es
algo que no tiene precio. Para el equipo de Gallego, al igual que en
la serie de los setenta Los
Ángeles de Charlie,
el Ministro del Interior Fernández Díaz tiene sus aliadas: Las
Vírgenes de Jorge
que no son otras que la Virgen
del Pilar,
la Virgen
de la Merced
y la Virgen
María del Amor
condecoradas con méritos policiales. Todo esto estaría bien si este
meapilas militante del Opus Dei de misa diaria, ha llegado a
condicionar su horario laboral para poder ir a eucaristía, tuviera a
estas
imágenes
en
el altar de su casa donde se flagela pero es que las ha distinguido
con méritos de estado quitándoselos a personas reales pues,
suponemos, algún buen policía debe haber en este país. Lo más
repugnante es la doble moral de este tipo pues mientras está rezando
en una parroquia de Madrid, golpeándose en el pecho a
ritmo del mea
culpa,
a
causa
de la actuación de sus perros
guardia civiles
en la valla de Melilla han resultado muertas 15 personas
completamente inocentes y desprotegidas que huían de la
desesperación, el hambre y la muerte del
África subsahariana.
No
es que ese grupo mediático que creció gracias
al
apoyo
a Felipe González en La Moncloa tenga la culpa de todo lo que está
sucediendo en estos días con el fenómeno de la inmigración en
España, ni mucho menos, pero bueno es señalar cómo lo que fue el
mejor periódico de España, El País, se está convirtiendo en un
panfleto que ya
no sirve ni para recoger los excrementos del perro en la calle y se
dedica a vender edredones, cuchillos, cursos de inglés, discos de
The Beatles y ahora a crear mentiras que favorecen a la ultraderecha
española. Según este
diario
30.000
inmigrantes aguardan en Marruecos para saltar a Ceuta y Melilla
creando así una alarma innecesaria en su terrorífica portada del 16
de febrero para hacerle la competencia a la prensa miserable de La
Razón y el ABC. Quien sepa un poco del fenómeno de la inmigración,
y las páginas de este periódico que ahora va a dirigir un tipo con
buenas amistades con
la ultraderecha del
PP como Antonio Caño pues
tiene una hemeroteca cargada de ello, sabrá que la mayor entrada de
la inmigración en España se ha dado siempre en sitios normales
como
son
los
puertos y aeropuertos. Hacer lo que ha hecho El País con este
titular, a parte de que sea más o menos cierta la información que
se recoge en el reportaje, es cuando menos una acción irresponsable
que tiene mucho que ver con la misera moral en la que se han
sumergido los
propietarios de
este periódico hace ya
años para desdicha de lo que es su redacción a
la que cada vez le cuesta más hacer
buen periodismo.
En
Canarias sabemos mucho de inmigración, también de emigración en un
territorio que hasta ahora había mantenido su histórica y única
generación no abocada a ello, y hay que recordar con tristeza los
miles de seres humanos que murieron en el intento de pisar nuestras
costas cuando la burbuja inmobiliaria nos hizo pasar por nuevos
ricos
y necesitaba de trabajadores baratos para crecer. Eran personas,
nunca ilegales,
indocumentados, subsaharianos o negros,
que huyendo del hambre severa, las guerras o la falta de futuro
buscaban un mundo mejor porque nuestra opulencia significaba su
desgracia.
Estos días con los acontecimientos que hemos visto en Melilla y con
esas muertes innecesarias provocadas por la policía fascista de
Fernández Díaz ministro
de un Partido Popular que favorece la emigración a países ricos
como Suiza, donde muchos de sus patriotas hipócritas tienen cuentas
secretas pues quizá este país será la decimoctava comunidad
autónoma española, no hemos podido sino recordar aquellos días en
los que los más pobres tocaban a nuestra puerta, con una educación
que nosotros nunca tendremos, y aquí se los despreciaba pues la
opulencia del momento nos hizo creernos intocables. Sobre todo con
esta prensa repugnante que tenemos sin apenas periodistas
especializados en el fenómeno, muchos estarán ya en el paro,
creando alarma mientras las autoridades, empezando por el ministro y
el delegado de gobierno, no dan la cara para dimitir o cesar a los
responsables de haber provocado la muerte de, al menos, 15 personas
en una situación que se podía haber evitado y
por la que nuestros socios europeos nos están mirando con verdadero
espanto, empezando por la derecha de otros países que ya sabemos que
es antifascista.
La
amenaza para nuestra sanidad, para el sostenimiento de la educación,
para las prestaciones sociales que hasta hace cuatro años teníamos
de una manera decente pero insuficiente aún, para que el empleo sea
lo más pleno posible no viene de fuera de nuestras fronteras ni
tiene el color de piel oscura de los africanos. Los que amenazan
todas estas cosas viven entre nosotros, visten trajes caros pagados
por tramas mafiosas, tienen la piel más
clara
y son la casta política que nos ha gobernado durante todo el régimen
de 1978: la ultraderecha del PP, los neoliberales del PSOE, Izquierda
Unida, los nacionalismos
chantajistas o el nuevo falangismo de tono
rosa
de UPyD. De todos los Derechos que se recogen en documento
fundacional de este régimen que
es la
Constitución de 1978, la sanidad, la cultura, la educación o el
derecho
a una vivienda
digna,
el único que estos servidores de la clase dominante han defendido
sobre todas las cosas es el del libre mercado. Un libre mercado
hipócrita pues necesita del estado, el que financiamos los
ciudadanos con nuestros impuestos, para mantener a oligopolios o para
rescatar bancos como Caja Madrid que fueron usados por Blesa, Rato,
Aznar y el PP para mantener la orgía y la sinecura en la que este
golferío vive mejor que el rey y que ha ocasionado la
bancarrota y el
rescate a España que lastrará nuestra economía en las próximas
décadas. Ahora, como no puede ser de otra forma, un gran número de
inmigrantes que vivían entre nosotros, que pagaban impuestos y
lograron que la Seguridad Social tuviera un superávit histórico,
están recogiendo sus pertenencias y regresando a su países de
origen del que se tuvieron que ir no por capricho sino por necesidad.
En
un mundo donde los capitales no tienen fronteras y donde centenares
de miles de vidas se sacrifican diariamente en pos del libre mercado,
mientras los patriotas hipócritas del PP tienen sus cuentas en
Suiza, la clase de los trabajadores tenemos a nuestros aliados no en
los que defienden ideas casposas como patria
y nación,
esa casta privilegiada que lleva casi 40 años a nuestras expensas,
sino a las personas marginadas que tienen en su tierra la misma
condición que nosotros: las de estar oprimidas por un régimen que
las explota y coarta su libertad y capacidades como individuos.