Pocas
veces un organismo de la ONU, el Comité sobre los Derechos del Niño,
habrá sido tan contundente como con el informe
emitido sobre la pederastia en la iglesia católica a principios
de febrero de 2014 en el que, tras analizar las
respuestas
del Vaticano sobre abusos sexuales a niños en la iglesia, señala
que esta secta no ha puesto los medios necesarios
a que cesen dichas prácticas sino
más bien todo lo contrario.
La abdicación del Papa Joseph Ratzinger, antiguo militante de las
Juventudes Hitlerianas algo
por la que jamás ha dado explicaciones, sin duda tiene mucho que ver
con todo esto al igual que esa gran operación de imagen que se llama
Jorge Mario Bergoglio cuyo
buenismo
en algunas materias es resulta insultante viniendo de una institución
que ha significado la mayor represora de la libertad de los
individuos en toda la historia de la Humanidad.
El
informe exhorta a la iglesia católica a entregar a las autoridades
civiles a los pederastas que oculta cambiando de diócesis o país
para que puedan ser juzgados por
la justicia civil,
señala que la Santa Sede no ha sido capaz de reconocer la extrema
gravedad de los crímenes cometidos por muchos de sus sacerdotes
durante años, sus políticas y prácticas han contribuido a que los
abusos a menores siguieran existiendo en el tiempo y, lo más
importante, el Vaticano no ha sido capaz de poner las medidas
necesarias para que estos horrendos crímenes sigan produciéndose en
el seno de su congregación. Al contrario de aquello que decía
Groucho Marx sobre que no pertenecería a un club en el que
admitieran a gente como él, si una persona que presume ser decente
pertenecería a una organización de la se afirman cosas tan
terribles, con pruebas y víctimas contrastadas ya
que no estamos hablando de supociciones,
sería una perfecta excusa para salir de ella inmediatamente.
En
países anglosajones como la Inglaterra católica y la puritana
Irlanda las víctimas de estas prácticas tan repugnantes se
cuentan
por la de
decenas de miles. Si estuviésemos hablando de otras formas de
crimen, como de corrupción, el
crimen organizado y hasta el
terrorismo
estaríamos diciendo que ha existido una trama completamente
organizada y que ha gozado de la mayor de las impunidades, política
y judicialmente
hablando,
que ha amparado estas prácticas, las ha hecho posibles y hasta las
ha promocionado entre determinados miembros de esta iglesia. Como
muestra que los casos de pederastia en la iglesia católica no son
tan raros como desde esta organización pretenden hacernos creer, la
misma semana que salía este informe de la ONU en Santa Coloma su
párroco, un tipo de 63 años, era apartado de sus cargos por haber
abusado de tres menores, hermanos, a los que en lugar de enseñarles
catequesis los encerraba en su despacho para bajarles los pantalones
y masturbarlos de
una manera que sólo una persona repugnante, depravada y sucia puede
hacer con menores indefensos a los que domina por su rango social y
con el agravante de que sus padres confiaban plenamente en él.
Sería
bueno pensar de vez en cuando en las víctimas de este tipo de
crímenes tan repugnantes en lugar de la bondad que predica la
iglesia católica, una iglesia que es malvada, practica la doble
moral y coacciona a sus seguidores con eso
de que
sean
buenos
amenazándoles con el infierno pero ya sabemos que con arrepentirse a
última hora ya tienen la salvación,
y de los que pocas veces nos acordamos realmente pues ellos.
Los
que tenemos cierta
edad
siempre supimos de niños que habían uno u otro cura que le gustaba
acercarse a los niños más de la cuenta aunque
no pudiésemos explicar buen lo que podía esta sucediendo.
Dar el paso para denunciar y contar lo que estas víctimas han
sufrido en su persona es algo muy complicado porque, precisamente, lo
menos que éstas desean es recordar este tipo de cosas que
tanto daño y vergüenza les ha causado.
Son personas que quedan marcadas de por vida la mayoría de las
veces, que crecen con unos sentimientos de culpa, que les
cuesta llevar
a cabo en sus vidas una sexualidad plena y
hasta sana
y que tienden a defender y
a perdonar
a sus agresores como forma de reconciliarse consigo mismos ya que sí
no sus vidas se les harían todavía más miserables e insoportables.
Espero que esto pueda servir de meditación para aquellos que,
teniendo hijos, abrazan la fe católica, cosa que como no puede ser
de otra manera no tiene nada de malo, y
vayan
a confiar a sus hijos ciegamente
en
el adoctrinamiento de las prácticas cristiana y puedan acabar siendo
el objeto del deseo de esta basura humana que obtienen placer sexual
abusando de niños cuando, hipócritamente, presumen de haber
renunciado a algo tan básico en el ser humano como es una sexualidad
plena.
En
los 21 siglos en los que ha existido la iglesia católica ésta
siempre ha procurado estar al lado de poder mientras simulaba estarlo
al lado de la gente más humilde. No voy a decir que todo en ella ha
sido negativo pero como institución y poder fáctico su balance no
podía haber sido más meno favorable para la condición humana.
Poniéndonos nietzscheanos, no cabe sino decir que para nuestra
cultura la labor unificadora que su moral ha traído consigo se opone
completamente a la esencia del ser humano que es tan diverso, variado
y hasta divertido como los dioses griegos y romanos que representaban
las vidas y pasiones de la gente corrientes aquí en la tierra. Sin
duda lo peor que hemos vivido en occidente ha sido la imposición de
la moral cristiana, una moral ni mejor ni peor que las demás, que ha
imprimido en nuestra cultura la idea de pecado original presuponiendo
que el ser humano es intrínsecamente malo por naturaleza cuando
muchas veces es la sociedad la que nos crea esta condición. La
represión de ciertas pulsiones del cuerpo, la decisión de antemano
de cómo y con quién han de ser nuestras relaciones sexuales por
gentes que dicen haber renunciado voluntariamente a la sexualidad,
han precipitado a la sociedad hacia una enfermedad moral que en el
caso de la pederastia se torna en unas componentes muy repugnantes
pues esta recae sobre personas inocentes y poco formadas
intelectualmente que el enfermo, un ser cobarde, somete fácilmente a
su voluntad.