En
Canarias los ciudadanos tenemos que pasar por un derbi constante.
Debemos sobrevivir a una tasa de paro de un 33 por ciento o
que la desigualdad se materialice en que 21 familias de caciques
controlen el ocho por ciento del PIB del archipiélago. Tenemos que
plantearnos seriamente el tratar de sobrevivir aquí, la que se ha
dado en llamar generación
más preparada de la historia de Canarias,
o plantearnos la emigración para acabar con el hecho que hemos sido
la única generación que no hemos tenido que emigrar de las islas en
toda su historia. Tenemos que soportar que una casta de mediocres del
PSOE y CC administren nuestros impuestos y gobiernen para sus amigos,
para las 21 familias que acumulan la mayoría de la riqueza de este
territorio y
algunos más,
mientras en Canarias la brecha entre ricos y pobres se hace más
grande y se empieza a conocer lo que es la miseria después de que
durante tantos años estuviera oculta. Todo esto da igual mientras se
cumpla la máxima que el pueblo con pan
y circo
está contento.
El
pan
lo pone el
oportunista Manuel Artiles en Mírame
TV con su supuesto telemaratón solidario, cosa de la que hablaré
otro día, pero hoy quiero referirme a la parte del circo.
Estos días hemos visto como el enchufado de Willy García ha dado
de nuestros impuestos 4 millones de euros a Mediapro para emitir en
las islas los partidos de la Unión Deportiva Las Palmas y el Club
Deportivo Tenerife. Lo ha hecho el director de un ente púbico, como
es la Radiotelevisión Canaria, que es una vergüenza para la
democracia y cuya nefasta gestión no ha pasado ni los generosos
filtros
de la Audiencia de Cuentas aunque no vemos que nadie haga nada ni
judicial ni
mucho menos
políticamente. Probablemente cuando esta televisión, que pagamos
todos para la
satisfacción
de unos pocos, deje de tener la eficacia que ha tenido esta década
larga de servir para hacer propaganda a ATI CC acabe teniendo un
destino muy parecido a la RTVV de Valencia pero, mientras, sus
gestores seguirán favoreciendo en ella a sus amigos con el dinero de
nuestros impuestos.
Los
clubes de fútbol, recordemos
que
son empresas privadas, son el negocio perfecto: los fines
completamente mercantiles y totalmente opacos de estas sociedades
mercantiles, qué le pregunten a Florentino si su negocio de la
basura sería el mismo si no controlara el Real Madrid, están
tapados por lo que se llama afición
que son una serie de sentimientos completamente manipulables,
irracionales y que nos retrotraen a los cultos de la personalidad y
de masas que tanto daño han hecho en
nuestra humanidad. Las empresas futbolística se pueden permitir el
lujo de deber miles de millones de euros a Hacienda y a la Seguridad
Social, es decir a todos nosotros nos guste o no el fútbol, porque
no son una empresa
normal
ya que si se produjera un embargo de una de estas sociedades millones
de sus seguidores serían capaces de sembrar el caos social cosa que
nadie haría ni por asegurarse un plato de comida diario. Los dueños
de los clubes saben que por ello son intocables y los políticos que
deberían de reparar esta situación, mientras se gastan millones de
euros en fichajes que producen vergüenza, prefieren dejarlo estar
porque saben perfectamente que mediante este deporte se producen un
importante efecto de control social.
Detrás
de los equipos canarios, el CD Tenerife y la UD Las Palmas, está la
burguesía más rancia y caciquil del archipiélago cosa que siempre
ha sido así y que no va a cambiar nunca. Como consumidor trataría
de evitar siempre una empresa en la que presunto defraudador fiscal
amigo íntimo de Paulino Rivero como Miguel Concepción, lo digo por
sus cuentas parece que manipuladas de Islas
Airways
donde se pasaban
las facturas de las tarifas más caras a Fomento pagando el
consumidor la más barata, o el condenado a tres años de cárcel,
luego indultado por el PP, como Miguel Ángel Ramírez
por el delito contra la ordenación del territorio por
construirse una casa ilegal en un paraje protegido con toda su jeta.
Como la justicia y las instituciones no son iguales para todos, los
ciudadanos sabemos que si defraudamos un sólo céntimo a Hacienda o
a la Seguridad Social o incurrimos en uno de estos dos delitos, el de
Concepción todavía presunto según la justicia pues se está
investigando, cualquiera sabe que nos caerían encima con todo el
peso de la ley y las multas millonarias o las penas de cárcel no nos
la quitaría nadie.
También es cierto que uno jamás en su vida no sólo no va a amasar
millones como han hecho estos indeseables sino que nunca
financiaríamos a partidos corruptos como Coalición Canaria o el
Partido Popular como
han hecho Concepción o Ramírez.
En el caso del CD Tenerife, que es el que me queda más cerca, no
sólo nunca he entendido como los trabajadores apoyan ciegamente
a este
equipo
sino que además cierta progresía tinerfeña, sobre todo relacionada
con Sí Se Puede cuando no el mismo partido hace propaganda de este
equipo en sus redes sociales de manera oficial, se siente orgullosa
de pagar cuotas a este equipo para situarse al lado de personajes tan
siniestros como Ricardo Melchior o Paulino Rivero.
Sé
que esto que digo no es muy popular, ya
me he ganado tanto odio por decir lo que creo que es justo que uno
más no me importa,
pero vaya en mi defensa decir que no tengo nada en contra de la
afición sana ni del deporte en particular y animo a muchos de estos
hinchas de cerveza, mando a distancia y televisión a practicar el
fútbol, otro deporte y hasta a reflexionar de lo que pasa en su
entorno inmediato. No me gusta la manipulación que se produce en la
sociedad a través de los deportes de masas y nunca me cansaré de
repetir esto. Está claro que todo merece una excepción ahora que en
estos días que ha muerto Nelson Mandela, el irreprochable y mejor
dirigente de todo el siglo XX, y sólo estoy dispuesto a admitir la
que hizo este grande con la final de rugby del 24 de junio de 1995
que logró apartar a 43 millones de personas del odio secular y de
una guerra civil que hubiera significado muchos
miles
de muertos en toda la región.