Sin duda por cada mujer que sube en la
escala social hay cuatro o cinco hombres que para llegar al mismo
puesto que ella lo han tenido todo mucho más fácil, por no decir
que todo hecho,
por la mera circunstancia de haber nacido bajo el signo del sexo
masculino. Un hombre no tiene que enfrentarse cada día desde que
sale de su casa con los prejuicios a los que hemos cargado
históricamente a la condición de la mujer. Ellas tiene que poner
buena cara a auténticos cretinos que flirtean con ellas porque si
los ponen en su sitio son unas estrechas, tienen que recibir los
escupitajos verbales de hombres que se creen en el derecho divino a
piropearlas
en cualquier momento del día y la noche, tienen que demostrar en
todo momento que saben conducir mejor que nosotros cuando las
estadísticas las avalan o que, sean
guapas o las consideren feas, hay
muchas más cosas detrás del cuerpo al que las miramos. Un cuerpo
que, de facto, la mayoría de las veces no
les pertenece porque somos los
hombres los que les
imponemos el ideal de belleza, su
peso, la ropa que deben llevar o
no y hasta unos sinvergüenzas con sotana, que se supone que han
renunciado voluntariamente a la sexualidad aunque después son más
sucios que nadie, les dicen lo que deben hacer y no hacer con el feto
que estén gestando en su interior. Hasta
el ministro de Justicia, el falangista Alberto Ruiz-Gallardón, se
ha creído últimamente con este derecho.
Yo soy de una generación que se tomó
con alegría que hubiera un poco de libertad en este país, que el
machismo de estado del régimen fascista
de Franco se considerara
cavernario
y que nos sentimos con el deber y la ilusión de ser la semilla que
sentara las bases de una nueva sociedad donde imperara la igualdad
entre géneros y que, por lo menos en nuestra sociedad, fuéramos los
últimos criados en la desigualdad, la humillación hacia el género
femenino y la falta de respeto hacia el
simple hecho de ser mujer.
Cuando ahora leemos que hay jóvenes adolescentes, incluso en plena
preadolescencia, que reciben insultos, humillaciones y hasta amenazas
físicas de sus compañeros masculinos en porcentajes muy altos, el
ministerio de Igualdad habla de hasta un sesenta
por ciento según un estudio,
nos damos cuenta que hace tiempo que
perdimos la lucha de la igualdad de géneros por pensar que el
objetivo era fácil y
pensar que la lucha no tenía importancia.
Nada más lejos de toda la realidad y hasta hay un partido, que
aglutina a la misma falange que Franco amamantó, como es UPyD que
mantiene a un completo cretino como Toni Cantó en la Comisión de
Igualdad del Congreso de los Diputados que no le dolieron
prendas para decir que las mujeres denuncian mucho más de la cuenta
cuando cada pocos días hay un cadáver de una nueva mujer asesinada
y
que
se la reconoce por este signo: un excompañero
resentido que la mata y una ausencia total de denuncia hacia la
violencia largamente desatada por éste desgraciado.
La
proliferación de las redes sociales y los dispositivos electrónicos
de las nuevas tecnologías están siendo un campo abonado a que esta
violencia sobre la mujer se extienda desde la sociedad adulta hasta
la adolescencia y el final de la infancia. Si nosotros mismos no
sabemos cuál es el uso más adecuado que se le puede dar a una
cuenta de Facebook o a un teléfono con una aplicación de
mensajería, mucho menos podemos enseñar como debe ser este
uso
a los más
jóvenes.
Somos el modelo en
el
que ellos se fijan y así imitan nuestro comportamiento, el
más salvaje y animal, cuando difundimos un vídeo o una foto con
carga erótica de una mujer como le pasó a aquella concejala
del PSOE que, por cierto, acabó presentado programas picantes en
Telecinco porque
le valió la pena mandar a la mierda su condición femenina si había
dinero por medio.
Con qué autoridad moral les vamos a enseñar a que no hagan las
mismas cosas que nosotros hacemos de una manera descarada, notoria y
además con el aplauso y la risa de una buena parte de esta sociedad
que no siente el más mínimo rubor por estas cosas.
En las
sociedades que todavía se consideran primitivas es el grupo social
entero el que se desvive por la educación de sus jóvenes porque
saben que el futuro y la supervivencia social de
éste depende de que la existencia de individuos adaptados.
Nosotros, mientras, echamos toda esta carga en el sistema educativo
llenándolo, muchas veces, de una responsabilidad que la mayoría de
las veces es imposible de asumir. Si el objetivo último de una
sociedad que se considera avanzada es someter y denigrar a la mujer
porque esto es lo que se ha hecho en los últimos dos mil años de
cultura
judeocristiana,
sin sentir que se debe reflexionar sobre esta costumbre, esto va a
suceder ya sea con un viejo garrote o con el mejor móvil dotado de
la última versión de Android, la 4.4. De
nada nos servirá contar con las últimas tecnologías que hacen todo
por nosotros si nuestra mentalidad todavía está en las tinieblas.
Este 25
de noviembre se celebra en todo el mundo el Día Internacional de la
Eliminación de la Violencia contra la Mujer. Como siempre este día
habrá manifestaciones, políticos de turno que se hacen la foto en
ellas y una suerte de buena
voluntad transitoria
con la que muchos
nos iremos a la cama para levantarnos al día siguiente y seguir con
los mismos hábitos de sociedad machista que
tan terrible es con la condición de la mujer. Esperemos que alguna
vez podamos pasar de la buena
voluntad temporal
hacia un cambio radical en igualdad que esta sociedad necesita.