Hace unos días escuchaba en un programa
de radio la típica tertulia de profesionales
de la opinión apaciguada por
el sistema en la que se trataba de manera contrafáctica la
posibilidad de
que España se convirtiera en una suerte de China
al sur de Europa.
Los tertulianos se rasgaban las vestiduras y decían que esto no iba
a pasar nunca. Yo lo tengo meridianamente claro: si tuviera que
enunciar todo lo que esta gentuza ha dicho que no iba a pasar desde
mucho antes de la crisis y ha pasado o está pasando acabaría
haciendo una tesis doctoral de este artículo de opinión por lo que
no me cabe la menor duda que, en la medida de nuestras posibilidades,
esto no sólo no va a pasar sino que está pasando ya. Conviene decir
esta verdad de vez en cuando: las sucesivas
reformas laborales de este último
lustro, perpetrada en
primera instancia por
el PSOE y consumada por el PP, han tenido como objetivo hace
más precaria
a la clase trabajadora, destruir las leyes laborales y crear un
mercado de trabajo atractivo a los explotadores laborales y jamás
resolver el tema del desempleo ni arreglar el paro galopante que se
ha cebado con la clase trabajadora.
Sé que
muchas veces los ciudadanos no tenemos toda la responsabilidad de los
que nos está pasando por
eso que dicen los que han robado por encima de todas las
posibilidades que hemos vivido por encima de nuestras posibilidades
pero muchas veces nuestras actitudes, bien sea porque no estamos
educados para hacer política en sociedad o bien porque somos unos
gandules redomados que preferimos callar antes
que
ejercer nuestros derechos, son las culpables de lo que nos está
pasando. Tenemos
que asumir aquí nuestra responsabilidad.
Nos deberemos creer que somos los seres más libres del mundo cuando
podemos ir un domingo a una tienda de conveniencia, a un gran almacén
o un supermercado y comprar cualquier tontería que no compraríamos
un día normal pero es que este acto sin meditar produce explotación
laboral. Puede ser tu novia, tu hermana, tu madre o el colega con el
que salías a caminar por el monte los domingos el que esté
trabajando por un miserable sueldo para que estos empresarios, ya
pueden ser los propietarios de El Corte Inglés, una cutrada
como HiperDino
o el dueño vividor de la tienda de conveniencia de la esquina, se
hagan cada vez más ricos a costa de que tu familia o tus amigos no
puedan pasar el tiempo juntos simplemente almorzando en familia y
charlando en
la sobremesa.
No hacen falta que los horarios comerciales se alarguen hasta la
nausea para ser más feliz sino que lo que hace falta es que nos
sepamos organizar durante la semana para tener en casa lo que
necesitamos para el fin de semana y que todos, en la medida de
nuestras posibilidades, seamos más felices disfrutando de la
compañía de nuestros familiares, amigos o
simplemente haciendo cosas que no supongan excesivo gasto económico.
Durante muchos años las tiendas de alimentación cerraban a medio
día y no abrían los sábados y la gente tenía lo que necesitaba en
casa y no pasaba nada. Tampoco es volver a unos horarios comerciales
franquistas pero sí que viene bien cierta planificación durante la
semana que no
nos cuesta nada.
Abrir
los fines de semana y todos los días hasta bien tarde no favorece la
economía ni crea más puestos de trabajo sino todo lo contrario. En
los grandes almacenes los trabajadores hacen horas extras
irregulares, no se les paga nocturnidad ni por trabajar días
festivos, mientras que los pequeños comercios no pueden competir con
las grandes superficies cosa que en muchos sentidos podría dar hasta
igual ya que el pequeño empresariado no está para echar cohetes, o
los que se adaptan, como las multitiendas tan de moda ahora, suben
los márgenes de forma abusiva mientras contratan a su personal a
media jornada y les pagan las horas extras en negro y en sobres
marrones. De Mercadona, ese emporio que ha hecho el
segundo hombre más rico
de
España
a un franquista como Juan Roig que ha untado bien al PP, no voy a
ser yo quién diga nada bueno pero sí que ojalá cierta de su
filosofía empresarial, que parte de un capitalismo franquista y
paternalista todo
sea de paso,
se contagiara en la clase empresarial española: no por abrir más
horas a la semana se gana más dinero sino que las horas en las que
el establecimiento está abierto deben optimizarse al máximo.
Puede
que la gran crisis de este siglo XXI, la más larga que ha sufrido la
economía española contemporánea y que tiene pinta de prolongarse
hasta bien avanzada esta década, no la resolvamos con pequeñas
actitudes pues lo que hace falta es una completa revolución social
pero el tema de las horas indecentes de explotación laboral de los
domingos o por la noche sí. Si los ciudadanos nos quedamos en casa y
no vamos a comprar a las horas que ellos nos dicen sino a las horas
que más necesitamos entonces estas tiendas, estos supermercados y
esas multitiendas permanecerán cerradas pues así es como deberían
de estar.
No es feliz el que más tiene sino el que mejor partido saca de su
vida y de su tiempo personal. Sobre todo porque esta crisis la ha
producido no sólo la avaricia sino una enfermedad de egoísmo sin
precedentes en la historia de la humanidad. Seamos considerados con
el otro aunque sea por un egoísmo
altruista
pues de su bienestar devendrá indudablemente el nuestro.