Del más de medio millar de
textos críticos que habré escrito en mi vida reconozco que este es
de los más pesados que se me hacen porque en pleno siglo XXI, en un
país que se las ha arrogado de avanzado
como España, hay que retrotraerse casi cuatro décadas para regresar a
un debate del pleistoceno y
volver a
defender, y esto habría que hacerlo cuantas veces haga falta como
no puede ser de otra forma,
el derecho innegable a que la mujer decida sobre su propio cuerpo y a
abortar si esa es su decisión. En sólo dos años el PP,
personalizado en un indeseable de la talla de Mariano Rajoy que ha
cobrado de este partido centenares de miles de euros en negro y sus
pandilla de 13
ineptos
ministros, nos ha hecho volver atrás décadas con sus recortes
brutales en la sanidad y la educación públicas, nos ha recortado
los derechos laborales a la clase trabajadora a etapas anteriores al
franquismo, se
disponen ahora a desmantelar el sistema de pensiones
y ha dejado el país, esta
cosa rancia gobernada eternamente por mediocres y segundones mal
llamada España, hundido en la mayor de las miserias sociales de su
historia reciente. Mientras, la ultraderecha de este país heredera
de Franco, personalizada en ministros tan siniestros como
falangistas como
el de educación con José Ignacio Wert y el de justicia Alberto Ruiz
Gallardón, ha desplegado un órdago ultra que tiene su episodio más
terrible en eliminar prácticamente de un plumazo los derechos que
las mujeres han conseguido
tras
generaciones de
lucha con
sangre y dolor de abortar porque es un horrible error que una
tradición arcaica o una religión tan
nefasta como
la católica se arroguen el supuesto poder de decidir lo que debe
suceder dentro de los cuerpos de éstas.
La contra reforma que tiene
planeado ese peligro púbico llamado Ruiz Gallardón podrían acabar
situando el estado del aborto en España a niveles incluso más
restrictivos como países ultracatólicos, en los que en cierta
medida la iglesia católica es muchas veces el estado mismo, como
pueden ser Italia o Polonia. Sólo espero que este tema haga
reflexionar a tanto tertuliano progre, que siempre abogaba por este
siniestro personaje de Gallardón como la parte más
a la izquierda del PP
sobre todo cuando él mismo se retrataba como un liberal cuyo padre
fue torturado por la policía de Franco en la Puerta del Sol, no sólo
para que los que jamás hemos confiado en este falangista nos dotemos
ahora de toda la razón sino porque este tipo de personas son un
completo peligro público que jamás deberían de tener
responsabilidad alguna pues no en vano una señora como Esperanza
Aguirre, nada sospechosa de ser una roja de ultraizquierda, lo
apodaba el Hijo
Puta.
Y es que si la actual ley que existe del aborto, aprobada en 2010 por
el PSOE y llamada Ley
de Salud Sexual y Reproductiva,
que es una ley de plazos se deroga haciendo una ley de supuestos
mucho más restrictiva que la de 1985 sería condenar a miles y miles
de mujeres no sólo a una completa inseguridad sobre sus vidas sino,
a muchas de ellas, a la miseria y a la muerte por la proliferación
de abortos ilegales que se acabarían otra vez por establecer, este
fue uno de los rasgos más característicos de la España más
miserable y siniestra de los años del dictador, en este país que
retrocede al siglo XIX a pasos agigantados.
Las
mujeres no se levantan todas las mañanas con la idea de quedarse
embarazadas del primero que se les ponga a la vista para abortar
porque esto no es algo que satisfaga a nadie. Jamás he conocido una
mujer que le guste tan sólo la idea, algunas de mis amigas han
tenido que abortar por razones particulares, y pasar por este trance
de decidir sobre el futuro de un feto es algo que no se le debe de
desear a nadie. La decisión no es fácil y, en muchos casos, es una
más meditada que la de traer una vida a este mundo, no sólo por la
que está cayendo ahora, de manera irreflexiva pensado que dios
proveerá.
Las mujeres y los hombres que desde hace muchos años defendemos el
aborto no seríamos capaces jamás de obligar a ninguna mujer a
abortar sino que lo que defendemos, con toda nuestra razón, es a que
las mujeres en primera y en última instancia tenga el derecho
insobornable a decidir lo que va a pasar dentro de sus cuerpos, en su
futuro personal y en el de su familia.
Dicen
los ultras que amparan al falangista Gallardón que lo que quieren es
que el nivel de abortos se reduzcan cuando lo que se hace es prohibir
un derecho adquirido a las mujeres y no resolviendo los problemas
sociales que hacen que la gente tenga que abortar empezando por la
triste educación sexual que se da en las casas y en muchos colegios
a los jóvenes que no es que cada
vez estén más espabilados
sino que su información de la sexualidad es a través de la
pornografía, un arte
cinematográfico
para muchos que es sin embargo eminentemente violento cuando menos
para un menor sin formación, y del boca a boca como hacían nuestras
generaciones hace más de 30 años. Nos enfrentamos a un mundo en el
que muchos nos pensamos que es una fatalidad traer a alguien a vivir,
de hecho cada vez más se piensan que valga la pena seguir en él
pues el nivel de suicidios está subiendo de manera alarmante, donde
la precariedad social sube por minutos, donde la sanidad, la vivienda
y la educación no son derechos sino mercancía y donde el mercado
laboral se parece cada día más a uno esclavista. Estos son las
verdaderas razones de que las mujeres aborten y no es su maldad
natural
como cree la secta católica, y la falange que está detrás de
Gallardón, porque esta contra reforma es completamente ideológica
e inspirada por estos sectores que llevan 21 siglos despreciando la
condición de la mujer y su derecho a sentirse libre y a decidir, por
si sola y sin la presión de un hombre que jamás sabrá lo que es
concebir, sobre su vida y su cuerpo.