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En
un mundo en el que la más absoluta de las mediocridades y miserias
humanas se extiende por la mayoría de las cancillerías y gobiernos
del planeta la figura de Nelson Mandela brilla con una intensidad
inigualable a pesar que su vida, mientras escribo estas líneas, se
puede apagar en cualquier momento. Impresentables como el tristemente
supervalorado Obama, no sólo no ha podido cerrar la prisión ilegal
de Guantánamo sino que nos enteramos a cuenta gotas de la manera que
dirige la mayor agencia de chismosos del mundo como es la CIA que ha
estado espiando sin control alguno las telecomunicaciones mundiales,
que en un viaje a Sudáfrica ha ido a decir que Madiba es su
inspiración particular lo cual es un insulto al líder sudafricano
por parte de alguien que, a nariz destapada, ha seguido sin inmutarse
muchas políticas de Bush y de la ultraderecha norteamericana por lo
que se viene a demostrar que el nombre de la Casa Blanca no es
un mero juego de palabras sino una realidad que parece inmutable.
Nelson
Mandela lideró un cambio pacífico, que no tranquilo pues también
hubieron muertes por el camino, de un régimen racista fundado por
europeos en el Sur de África con el Apartheid
reconocido por sus leyes a uno más decente donde la igualdad, por lo
menos de derecho, acabó imponiéndose de manera terca pero efectiva.
Lo hizo tras haber pasado 27
años de su vida en una cárcel racista, eso es casi un tercio de los
95 años que ha vivido, olvidando todo rencor hacia los que lo
tuvieron preso y, lo más importante, liderando un proceso colectivo
hacia la emancipación, al que sin duda acabó interponiendo a sus
razones de tipo personal, y con el que se frenó un inmenso
derramamiento de sangre que en dicho proceso llegó a parecer
inevitable en algún momento. Para hacer esto hay que ser, como ha
sido Mandela, una persona completamente fuera de lo común con un
exquisito sentido de la justicia y la inmensa cultura que este hombre
ha cultivado en su vida sobre todo en los años de la injusta
reclusión que sufrió. Los cambios sociales siempre se dan entre los
colectivos pero es inevitable que se establezcan puntos de liderazgo
y es por ello que si en este mundo, ya digo que la calidad del la
casta dirigente mundial brilla por su ausencia, hubiera más Mandelas
el mundo sería infinitamente mejor.
El
mandato de Nelson en la
República de Sudáfrica, el primero
de un presidente verdaderamente democrático elegido
por la totalidad de la población, negros y blancos, abarcó desde
1994 hasta 1999 pese a que muchos de su entorno animaban al
expresidente a presentarse a la reelección que, sin duda, en el
mayor estado de su popularidad hubiera tenido más que asegurada. Si
embargo Madiba
prefirió ceder el testigo y retirarse a vivir, de manera sencilla,
en la tribu de la que era originario. Este es un rasgo de humildad
que no ya sólo no se da a día de hoy entre la clase dirigente, unos
ineptos que buscan medrar en lo personal y otros que son claramente
corruptos y que buscan salvaguardar los intereses de la clase a la
que representan, sino también de mucha gente que vemos todos los
días en nuestro entorno y que tienen una pequeña capacidad de
influencia. Sin duda muchas veces nos quejamos de las actitudes
reprochables de la gente que nos gobierna, en las distintas escalas
hasta las que somos capaces de llegar a percibir, pero no nos fijamos
de las de nosotros mismos porque nos creemos eternos y que nuestra
forma de existencia va a ser perpetua cuando, como estamos viendo con
esta luz que se apaga, somos sólo parte de una cadena en la que
tenemos más o menos protagonismo durante nuestra vida. Acostumbrados
a ver como los criminales, asesinos, tiranos y dictadores de toda
calaña se acaban saliendo con la suya y mueren de manera pacífica
en la cama el hecho de la muerte de Nelson Mandela en un hospital de
Pretoria rodeado de sus familia acaba, en cierta manera, por
reconfortar ya que dentro de lo inevitable que es la muerte siempre
nos agrada más una que sea lo más dulce posible para las personas
que queremos o que, en este caso, consideramos excepcionales.
Este
texto quiere ser un pequeño homenaje precipitado a esta gran persona
que a estas hora se nos está
marchando
pacíficamente ahora que aún sigue con vida y no a posteriori cuando
todo son elogios para el que
ha muerto. Viendo la gran
categoría humana a la que nos enfrentamos con Nelson Mandela todas
las grande cosas que se digan de él serán no sólo merecidas sino
que, probablemente, hasta se queden
cortas. Reciba
usted todos mis respetos, señor Mandela.