Reconozco
que si algo tengo desarrollado en extremo es el sentido de la vergüenza ajena
cosa que el fin de semana del 9 de marzo de 2013 tuve que ejercitar con máximo pudor.
En los medios de comunicación, sobre todo en los nacionales, se colaba la noticia de que en Tenerife en los
cajeros de la antigua CajaCanarias se formaron grandes colas de madrugada porque
se corrió el bulo por Whatsapp que dicha entidad regalaba dinero. En realidad lo que se estaba produciendo era una
migración informática mal programada, han sido informáticos los que han pagado
el pato del desaguisado cuando todo fue culpa de los directivos que ordenaron
así el cambio, desde los servidores de la entidad liquidada hacia los de La
Caixa. El resultado fue que los cajeros funcionaron en off dando lo máximo posible a cada tarjeta, que mucha gente hizo el
gilipollas pensando que esas operaciones no
se iban a anotar cuando por definición la palabra altruismo es incompatible con cualquier forma de banca, que los
bingos y los bares esa madrugada se llenaron como antes de la crisis y que
sociólogos y psicólogos tuvieron un buen caso de experimento real para comprobar
hasta dónde puede llegar la estupidez humana.
No
es que me parezca escandaloso que alguien se crea más listo que la banca
universal que tan bien nos ha sabido engañar a todos y que siempre han obtenido
beneficios privatizando las ganancias y socializando las pérdidas, en este
sentido la banca al completo debería ser nacionalizada y declarada cierta parte
de la deuda pública como deuda ilegítima que jamás habría de ser satisfecha,
pero me da mucha tristeza pensar que, con todo lo que hemos padecido durante estos
años, se pueda alguien todavía creer que un banco es capaz de perder miles y miles
de euros en una noche sin consecuencia alguna. Nunca hablo en contra de la
ciudadanía, para mí esta se merece todos los respetos pese al derecho
inalienable de equivocarnos que tenemos, pero con este equipo humano, compuesto
por una mezcla de ignorantes, caraduras y vividores del todo en uno, pocas
cosas podemos hacer para llevar a cabo una suerte de revolución social
necesaria que dé un vuelco a las cosas de una vez y para siempre. Como descarga
de culpas hacia una parte de la sociedad es lógico pensar qué otra cosa no se puede
esperar del más común de los ciudadanos cuando el mismísimo presidente del
gobierno, Mariano Rajoy Brey, ha estado durante 20 años cobrando centenares de
miles de euros en negro, procedente de donativos opacos de empresas que como
Mercadona compraban así los favores, creyéndose más listo que nadie pero
identificándose con ello como lo que es: una rata y un ser miserable que se
esconde de la opinión pública como un cobarde dejando ver así que lo que ha
hecho es un modelo a seguir y que, en efecto, es seguido por nuestra sociedad
hasta la náusea. No seré yo quien dé lecciones de moral y ética como me han intentado
dar a mi alguno que luego se descubrió que se metía por la nariz, literalmente,
determinados recursos económicos de la empresa púbica en la que trabajaba pero,
tristemente, este es el panorama general con el que nos encontramos.
La
Caixa ha absorbido por completo a la antigua CajaCanarias y ya sólo es cuestión
de unos pocos años que desaparezca lo poco que queda de ella: una marca en el
cartel de sus oficinas y poco más incluyendo su obra social que, como todos
sabemos, no son más que una manera simpática de blanquear dinero por parte de
la banca. La entidad fue comprada a precio de saldo por el banco catalán, el
lastre en el grupo de Banca Cívica de la Caja de Navarra había dejado a la
entidad a niveles homólogos a los de Bankia, y sus nuevos dueños no se ha
contado un pelo porque a las primeras horas de la unificación de las bases de
datos han propuesto el despido de 350 trabajadores a pesar que la entidad sigue
ganando dinero aunque muchos clientes estén abandonando la entidad ahora
fusionada por los abusos que ésta está provocando ahora. Yo he conocido a
nacionalistas canarios, gente que en las primeras épocas de la psicología hubieran
sido diagnosticados como oligofrénicos, a los que he oído decir que prefieren
que les explote un empresario canario que uno de origen godo porque en su ignorancia nacional socialista no se dan cuenta que el capital, que es lo que
oprime a los seres humanos, no tiene puta bandera ni nacionalidad alguna. El
caso es que esta nueva situación, las
cajas en Canarias llevaban décadas dando a los canarios una suerte de identidad
financiera propia, habrá que ver cómo actúa la burguesía caciquil chicharrera
ahora que le han arrebatado su máquina particular de crear dinero y que muchos,
con desdén, conocíamos como CajaCanallas. No olvidemos que detrás de los
grandes pelotazos de este archipiélago ha estado siempre CajaCanarias y que el
autopréstamo de cien millones de euros que se dieron los imputados de Las
Teresitas, pedido por un testaferro de Ignacio González padre que no llegaba a
los mil euros al mes en nómina, se gestó con la complicidad de la dirección de
la caja y que ha significado un pelotazo, calificado de libro, digno de los
anales de la historia financiera mundial.
A
todas estas el problema no es que una pandilla de lumpen de barrio como muchos dirán haya intentado aprovecharse de
una banca cicatera, inmoral y que supera con creces la usura sino la actitud
que está detrás de todo esto. En sociedades carentes de toda ética y de un
mínimo de sentido moral lo raro sería que un presidente del gobierno, y desde
aquí señalo a todos los que ha tenido el sistema ceremonial democrático de
haber amparado este tipo de actitudes cuando no de aprovecharse de ello
también, que no metiera mano a la caja de lo púbico y que pudiera pasar, como
ha hecho Rajoy, más de 20 años sin cuestionarse un solo día de si lo que hacía
era ético ya que en su manera de pensar lo que hace le debe de parecer como lo normal. El problema es de carácter
estructural ya que las corruptelas que a diario nos tropezamos son, más que la
excepción, la regla general por la que funcionamos a diario. El gran salto en
la condena generalizada de este tipo de actos que se ha dado desde 2010 ha sido
el hecho que estemos en la mayor de las crisis económicas que hemos padecido en
los últimos 70 años y la misma incertidumbre que nos trae este hecho, cada día
está más claro que las cosas en el futuro van a ser distintas y peores, nos crea una especie de resentimiento que hace
que socialmente este tipo de actitudes, que van desde la misma jefatura del
estado misma algunos ayuntamientos de unos cuantos de miles de ciudadanos, se
condenen ahora más por sentimientos de frustración, incluso de envidia, que de
que se haga necesaria una justicia social y que las cosas se hagan de otra
manera. Dudo que esta sociedad llegue en muchas generaciones a tener un mínimo
carácter de decencia en torno a la necesidad de limpieza y transparencia de la
gestión de lo público porque esa Res
Publica, que todo ultraliberal denosta siempre que puede a pesar de basar
su patrimonio en la gestión particular de ésta, nunca es mirada como un bien
común necesario sino como una forma de servir a intereses completamente
particulares y espurios.