No
uno sino dos son los países cercanos
que se hunden a una velocidad de vértigo. No sólo esta entelequia moderna
creada a base de sangre llamada España se desmorona, el paraíso de los
chorizos, la corrupción y la extrema derecha, acercándose al abismo de la
suspensión de pagos y de la tercer mundialización de su economía y su sociedad
sino ese diario que, los más progres,
nos jactábamos de leer, en mi caso llevaba muchas décadas con éste bajo el brazo, porque ya nos habíamos
dotado de la hermenéutica necesaria para interpretar sus páginas y dentro de la
basura que es el panorama nacional de prensa era el menos malo de todos ellos. Hasta
cuenta con ciertas estelas de brillantez con ilustradores magníficos como
Forges o El Roto. No en vano, hasta el ERE que despidió a 129 trabajadores del
pasado 10 de noviembre, en su redacción se encontraban los mejores periodistas
del país. Un valor que Juan Luis Cebrián ha decidido dejar de lado, con su
sueldo de 14 millones de euros de Prisa se podría pagar a 400 de estos
periodistas, en una empresa que todavía gana dinero pero acosada por los
acreedores de la empresa, el Fondo
Liberty que es ahora quien dirige el periódico y los grandes bancos, y que
está convirtiendo el bastión que una vez se las dio de ser garante de la
democracia con estrategias que hacen a este hombre un completo miserable como
el engaño sistemático a sus trabajadores y la
censura en la redacción no sólo implícita sino ya manifiesta.
En
realidad estas líneas se pueden muy bien aplicar a todo lo que sucede con la
prensa y los medios de comunicación del
país y no sólo con El País pero si
estas miserias pasan con el medio que un día se arrogaba de tener un Libro de Estilo qué no puede estar
pasando con otras cabeceras que nunca han presumido de tener el supuesto valor
democrático del que se presumía en El País hasta hace poco. En concreto me
viene a la cabeza no la prensa en Canarias, que ya he dicho muchas veces que es
mera correa de transmisión del poder empresarial del archipiélago, sino
determinadas firmas periodísticas de
Tenerife como José Carlos Marrero, Andrés Chávez, Jorge Vargas, Pepe Moreno o
Ricardo Peytaví. Mientras el 30 por ciento de los mejores profesionales de la
prensa que había en la plantilla de El País están hoy en la puta calle sin
poder hacer su trabajo a estos que viven de la gratitud estomacal sigue sin
afectarles la crisis de los medios de comunicación y, a día de hoy, los vemos
más gordos que nunca y no me refiero a sus carnes, que también, sino a su nivel
de vida y sus cochazos. Que le expliquen
a los despedidos como Javier Valenzuela, Ramón Lobo o
Isabel Pedrote que unos completos inútiles para la profesión periodística, que
sólo escriben o hablan en la radio para los que les pagan, tienen todavía suculentos
sueldos si no es que nadando a favor de la corriente que les sostiene su
impresionante tren de vida y ellos engrosan injustamente las filas de INEM.
Esto es un misterio por el que algún día habrá que responder como el hecho que
hay completos ineptos ocupando
puestos de poder mientras la gente mejor preparada de la
historia están en trabajo de baja cualificación, en el paro o preparando las
maletas de la inmigración.
Parece
que todo lo malo del mundo viene hoy día de internet y por eso los directivos
del periódico no se han cortado pelo alguno en decir que los males del
periódico provienen por la red, la caída de ventas y el fraccionamiento de la
tarta publicitaria y no por lo que en realidad ha hecho todo el mal a este
grupo de comunicación: la avaricia de Juan Luis Cebrián, sus complejos de nuevo
rico y el capitalismo
de casino al que se ha tirado de culo la dirección
de la empresa hasta llegar a una deuda insoportable por la que han tenido que
vender el grupo a sus acreedores. Con el PSOE de Felipe González en el poder y
con el capitalismo conservador
paternalista de Jesús de Polanco el grupo de comunicación Prisa llegó hasta
lo más alto que se ha llegado nunca en España conjugando rentabilidad de
negocio no sólo con una cierta calidad de sus productos sino hasta con
espejismos de libertad editorial de sus medios a los que siempre la progresía nos hemos abrazado de una u
otra manera aunque siempre se haya tenido clara al actitud, muchas veces
miserable, de El País con determinados temas y países de Sudamérica, en
concreto la Venezuela de Chávez o esa repugnante marioneta del gusanerío de
Miami que tienen en plantilla como es Yoani Sánchez. Un día se explicarán en
las escuelas de negocio el completo ejemplo de libro de cómo Juan Luis Cebrián
fue capaz de cargarse una empresa que empezó siendo familiar con una editorial
de libros de texto en el franquismo, Santillana, con inversiones tan
esperpénticas como la revista El Globo,
el portal inica.es que fue un saco
sin fondo de tirar dinero, Localia y
su intento de buscar un quinto canal de televisión desde las locales o los
malogrados canales CNN+ y Cuatro. La crisis de El País no empieza
sólo con la extensión de internet como medio preferente de referencia de la
ciudadanía y la imposición de las redes sociales como principal fuente de
influencia publicitaria sino por el pinchazo de las burbujas especulativas, la
financiera o la inmobiliaria, que empieza con la crisis de 2008 y que amenaza
en hacerse crónica por todo lo que queda de década y algo más.
Quienes
hayan visto este verano la serie de HBO The
Newsroom sobre la competencia entre los grandes canales de televisión
norteamericanos puede tener clara la frágil frontera existente entre el negocio
del periodismo considerado como empresa y el derecho de los ciudadanos a ser
informados no sólo con la mayor de las veracidades posibles sino con rigor y
ética exquisitos. Yo, que soy un radical en estas cosas, afirmo que desde el
negocio de la comunicación la ciudadanía jamás podrá ser informada de una manera
transparente porque el negocio y la
verdad están completamente reñidos. Sin embargo, para hacer información
decente hace falta, ante todo, dinero y una gente bien preparada y formada, no
creo que en el mundo haya una profesión más minusvalorada y con mayor
intrusismo profesional que la de periodista porque parece que cualquiera pudiera serlo, cosas que en
El País confluían en cierta medida si descontamos las burdas manipulaciones
sobre Cuba, Venezuela y el rastrero seguidismo a el PSOE que desde hace décadas
este grupo de comunicación ha practicado. Y si El País era el mejor periódico del
país es porque sólo hace falta ver esas basuras e insultos a la
inteligencia humana que salen todos los días en las portadas de medios infames
y de ultraderecha como La Razón o el ABC. Es de esperar que estos grandes del periodismos despedidos y
minusvalorados por un sin vergüenza codicioso como Juan Luis Cebrián
encuentren pronto trabajo que pase por internet, la red todavía no es modelo de
negocio para estos medios pero las cosas habrán de pasar indefectiblemente por
ahí, porque la que nos está por venir a los ciudadanos en los próximos meses va
a ser grande y necesitamos buenos relatores de este proceso que se va a abrir.
Canarias 24 Horas, 19 de noviembre de 2012.