La Wikipedia en inglés en negro como protesta por las leyes de censura en Internet en Estados Unidos. |
El
cierre de Megaupload puede inscribirse dentro de la hipocresía y doble moral
más absoluta en la que se mueve nuestra sociedad focalizada siempre en ver la
paja en el ojo ajeno y no el derrumbe que se viene encima y que tanto les gusta
amplificar a los medios de comunicación. Lejos de defender a un, cuando menos,
delincuente como el fundador de esta web de descargas, Kim Schmitz, lo que
quiero es criticar no sólo este doble rasero con el que se miden cosas que suelen
ser similares pero que las perspectivas nos oscurecen el asunto sino la
capacidad de hacer que personas sean héroes o villanos según convenga empleando
no sólo los medios más sutiles de manipulación social, aunque a veces se tornen
burdos, así como el miedo como fórmula de control ciudadano a gran escala.
Por
la misma lógica con la que fue cerrado de manera fulminante el servicio de
descargas de Megaupload el FBI podría tener en el punto de mira a otros
gigantes de la red como Google, Facebook y hasta Twitter no sólo porque sus
servicios sirven, en efecto, para violar los derechos de autor de obras
protegidas sino, lo más importante, que nunca llegaremos a saber cuáles son los
fines y usos que estas empresas les dan a nuestros datos personales que
recopilan sin pudor y, en el caso de Facebook sobre todo, venden cocinados a
anunciantes sin el más mínimo pudor y sin que un usuario pueda hacer nada para
evitarlo. Esto no va a suceder porque estos servicios, que ya parecen
inexorables para nuestra vida, son gigantes de la economía mundial que están
muy por encima de empresas que producen bienes físicos pero sobre todo, y estoy
hay que tenerlo siempre bien presente, los gobernantes de la mayoría del
planeta siempre acabarán por favorecer más a la libertad de empresa y los
derechos de la propiedad privada que los intereses de la ciudadanía y por las
libertades individuales.
Estas
dos semanas desde que se produjo el cierre de Megaupload hemos asistido al
linchamiento mediático de su fundador destacando sus gustos horteras, que era
un millonario extravagante que coleccionaba coches de lujo o que su casa era un
arsenal con armas y demás. Si hicieran un registro en las casas de Mark
Zuckerberg de Facebook o Larry Page de Google seguramente nos encontraremos las
mismas cosas y muchas más que ni nos imaginamos. Ya digo que no es por defender
a un tipo tan impresentable como el dueño de Megaupload, con todo su dinero podrá
hacerlo mejor que lo que yo lo haga sin lugar a dudas, pero lo que molesta es
no sólo el doble rasero que se ha empleado en este caso sino la burda campaña
de criminalización contra alguien que lo que ha hecho es lo que el sistema
ultraliberal dicta: sacar siempre la mayor tajada económica en un sistema capitalista
para el que todo es susceptible de ser vendido incluso la vida privada de las
personas.
Y
a todo esto ¿qué debería pasar con los derechos de autor de las obras
protegidas? Yo admiro la cultura libre como no puede ser de otra forma. La
cultura se compone de sustratos históricos entremezclados en nuestra
consciencia colectiva de los que la mayoría los desconocemos y que han llegado
a nosotros como algo falsamente siempre nuevo a través de la tradición. El
sistema de la cultura se ha ganado muchas cosas con la irrupción de la
industria cultural como manera de explotación pero también otras malas. Sin
embargo desprendernos de esta forma mercantilizada de ver la cultura, no sólo
ahora sino que supongo que en el futuro también, va a ser algo muy complicado. Pueden
existir múltiples formas de administrar la creación, las licencias Creative Commons son muestra de ello en
un mundo donde domina el Copyright, y
lo que se debería de primar es que en caso de haber ganancia económica ésta
repercuta más en los creadores y no tanto en los intermediarios como sucede hoy
en día como es el caso de las agencias discográficas, productoras de cine,
galeristas, editoriales o el caso de mafias como las gestoras de medios como
hemos visto que se han convertido empresas como la SGAE. El caso es que si
empresas como Megaupload ganaban mucho dinero con la gestión de material
protegido que no les costaba nada, se lucraban abiertamente de éste, más
podrían ganar los gestores de los contenidos si buscaran una manera equilibrada
de venderlos a través de la red que sea más ecuánimes no sólo para los
consumidores sino también para lo que han producido estos contenidos. Especial
mención se merece la mal llamada industria
cinematográfica española por la que sólo un puñado de cineastas han sabido
hacer honor al adjetivo de industria para
que el resto sólo haya sabido vivir de la supuesta excepcionalidad de su arte para acabar siempre en el cuento, o
en el timo mejor, de que es necesario que todos le subvencionemos su cine
cuando en realidad a nadie le interesa lo que hacen, sus películas pasan sin
pena ni gloria porque por lo general están más escritas y son los primeros en
llevarse las manos a la cabeza cuando ven que la gente descarga contenido. Lo
que no tienen el valor de decir es que su cine no interesa a nadie y que nadie
se lo descarga de la misma manera que nadie escucha un disco reciente de
Ramoncín ni siquiera legalmente. En un mundo en el que se ha sentido tan poco
respeto por la buena escritura de guiones, donde se llama cine a cualquier
parida y donde la lealtad de determinados creadores
al PSOE ha sido repugnante parece que el deber del contribuyente es pagar con
nuestros impuestos sus más que discutibles películas.
La
industria de los medios es terriblemente avariciosa. Las pérdidas que les
producen la gestión ajena de los contenidos que controlan es significativa pero
no dejan de ganar pues vemos se sigue produciendo cine, televisión, música o
libros. El caso es que esta industria estaba acostumbrada a mantener un elevado
coste artificial con la venta de productos físicos, que se mantendrán en los
años pero que será cada vez más residual, y a cobrar por una cosa no sólo una
sino hasta cuatro o cinco veces como en su nombre ha hecho la SGAE. La ley
contra las descargas en España conocida por el nombre de la infame González-Sinde
o el proyecto de ley SOPA que se quiere establecer en Estados Unidos son formas
inútiles de acotar un sector como es el de internet que no tiene vuelta atrás y
que las gestoras de medios deberían haberse lanzado mucho antes pues como decía
Álex de la Iglesia la red no es el futuro sino que ya es el presente.
Por
cada Megaupload que se cierre hay diez aguardando a la vuelta de la esquina y
cada vez la sofisticación será mayor para que quien quiera descargarse
contenido de manera ilegal, en realidad en España por la posibilidad recogida
de la copia privada son formas alegales, lo podrá hacer de una manera u otra. El
cierre de Megaupload también significó una prueba de fuerza de las autoridades
americanas, de los lobbys de las cinematográficas y del mismo FBI ya que con
una ley como la SOPA o sin esta el gobierno norteamericano puede cerrar las
webs que le dé la gana a pesar que en los Estados Unidos la incidencia de la
piratería no es tan grande pues su mercado está bien dotado de medios legales
de descarga de contenidos y el cierre de Megaupload significó un revés,
solamente transitorio, a gente que vive en otros países sobre todo de Europa
donde los medios legales son minoritarios. Y es que no hay que olvidarlo
Estados Unidos siempre ha hecho lo que le ha dado la gana pues la economía
actual no deja de ser una economía de posguerra de dos campañas infames
realizadas en Afganistán e Irak. La que nos queda con este doble rasero y
arbitrariedad.
Canarias 24 Horas, 30 de enero de 2012.