En
Canarias tenemos auténticos ejemplos de libro de lo que significa despilfarrar
en lo público de cuando nos creíamos los nuevos ricos del mundo hace apenas
cuatro años. Tenemos el puerto de Granadilla actualmente con su construcción
paralizada, las dos líneas del tranvía de Tenerife, los estudios de los trenes
en Gran Canaria y Tenerife de los que todavía no se ha movido una piedra del
suelo pero que se han pagado millones de euros a empresas consultoras, el
Auditorio de Tenerife, el abandonado puerto de Arinaga, las instalaciones del
ITER hechas para propaganda personal de Ricardo Melchior, el pelotazo de Las
Teresitas y muchas pequeñas, pero no menos importantes, corruptelas que salpican el archipiélago canario y que muchos son
los que podrían señalar e identificar con nombres y apellidos. Pero, ¿qué
piensa hacer el gobierno de Rajoy con todos estos despropósitos y sus
responsables? Bueno, en realidad lo debería hacer la justicia por mor de la
protocolaria y supuesta separación de poderes que existe en nuestro estado pero
déjenme seguir con la metáfora. ¿Arremeterían sin piedad contra ellos aunque en
Canarias nos quedásemos con la mayoría de nuestros políticos en la cárcel cosa
que en muchos sentidos sería positiva? Y José Manuel Soria ministro de turismo
de Rajoy que los medios de Madrid lo confunden con Aznar, ¿debería de rendir
cuentas de sus desastrosos pasos por el Ayuntamiento y Cabildo de Gran Canaria
y por su política de banderas, salmones y chalets?
A
estas alturas del cuento no me creo nada de los políticos en general ni de los
Populares en particular. En menos de un mes hemos visto que las malas mañas de
gobernar del PSOE, con sus ministros incontrolados soltando ocurrencias en los
medios de comunicación si son extranjeros mejor, las ha heredado el PP no sólo
sin pudor alguno sino con la mayor de las desvergüenzas y toda una batería de
mentiras posibles. Nos encontramos ante lo que va a ser el estilo de gobierno
de Rajoy estos próximos 4 años, y otros 4 años más mínimo porque las elecciones
desde el poder y con mayoría absoluta se ganan de calle, que va a consistir en
levantar grandes cortinas de humo que tapen, de momento, los inmensos casos de
corrupción a los que se enfrenta esta partido pero también el terrible desmoche
del estado de bienestar que tienen la derecha española preparada para 45
millones de ciudadanos y que forma parte de su programa oculto.
Si
hasta Esperanza Aguirre, que no es nada sospechosa de progresismo y sí de haber
tenido intereses en alguna inútil estación del AVE en Guadalajara, lo dice bien
claro: con el actual código penal en vigor es posible encauzar penalmente a los
servidores públicos que a sabiendas administren mal los dineros de todas y
todos. Pero es que hasta que la justicia no se agilice y se la dote
presupuestariamente de un dinero más que adecuado, se modernice no sólo en
forma sino en acción y se limpien sus cúpulas dirigentes de fascistas como los
que estos días están amedrentando a Baltasar Garzón poco habrá qué hacer porque
se podrán proclamar todo tipo de leyes, como las que hacía el PSOE, pero sin
una clara memoria presupuestaria éstas son papel mojado. En este sentido el
actual ministro de justicia Alberto Ruíz Gallardón tendría mucho que decir de
esto pero es que resulta que este personaje como alcalde dejó en Madrid una
deuda superior a las que tienen algunas comunidades autónomas y no es
previsible que suelte la perdiz.
Un
buen encargo para el nuevo gobierno, que ya se ha mostrado tan incompetente o
más que el anterior no sólo por las improvisaciones de sus ministros sino por
la obsesión electoral de ocultar su programa a toda costa, es que dotara a la
Agencia Tributaria de todos los medios económicos y de inspectores para luchar
el fraude fiscal que comenten en España las grandes empresas y las mayores fortunas pues en palabras de algún inspector
si esto se atajara como es debido las cosas, económicamente hablando, nos irían
mejor. El Partido Popular no puede arrogarse con que va a traer al gobierno del
estado la buena gestión que dice que nos va a sacar de la crisis cuando hasta
hace un par de meses en Valencia, en Madrid, en Baleares o en Castellón estaban
gastando a manos llenas lo que no tenían en tramas tan repugnantes de estafa y
blanqueo de capitales como la Gürtel que tantos titulares jocosos ha traído a
los medios y habrá de traer cuando vayan saliendo todos los juicios que quedan.
La
corrupción es una fórmula bastante enquistada en nuestra sociedad de la que
todos somos culpables por la tolerancia, por no decir la manera en la que ésta
se ha aplaudido en determinados sectores de la ultraderecha cuando ésta les ha
beneficiado, que la ciudadanía en general ha tenido hacia determinados casos de
corrupción restándoles importancia al mirar para otro lado porque siempre se ha
visto a ésta como algo que es inexorable. Como hemos visto con el caso
Urdangarín la corrupción está presente hasta en las más altas esferas del
estado que se las prometen con la mayor de las impunidades posibles.
Sin
embargo el déficit tan grande en el que nos vemos inmersos, y que supera con
creces a partidos políticos que como el PSOE y como veremos con el PP son
incapaces de solucionarlo, proviene de los gastos corrientes del funcionamiento
de la sanidad, la educación y hasta la misma justicia que ya hemos dicho más de
una vez que su dotación es deficiente y que hasta que ésta no funcione bien el
resto de los pilares de la cosa pública jamás habrán de funcionar. Por esto
deberemos transcender a los gobiernos nacionales y nos deberemos de cuestionar
lo que es la gobernanza global donde agencias de rating nada parciales ponen el trabajo de millones de personas en
muchos países a la escala de los bonos basura que infectaron a principios de
este siglo los mercados financieros y que se conoció como la crisis de las subprime. Hasta que no se
cree una banca pública y se arrebaten muchas cosas que se le han entregado al
sector privado que ha corrompido nuestras vidas con un capitalismo salvaje
estas crisis no sólo van a seguir siendo algo cíclico sino que cada vez serán
peores. Gobiernos como el de Rajoy, que pueden ofrecerse más o menos con buenas
intenciones de fondo, se mostraran inútiles no sólo por la incapacidad
manifiesta de muchos de sus miembros sino porque los gobiernos no gobierna en
realidad. Paradigmático es que el ministro de economía de Guindos fuera un
directivo responsable de la quiebra de Lehman Brothers que se produjo en 2008 y
que ahora dirija un país que, entre unos y otros, están llevando hacia la
quiebra.
Canarias 24 Horas, 23 de enero de 2012.