Un
primer análisis de los resultados del las Elecciones Generales del 20 de
noviembre podría parecer de consolación
pero el gran perdedor de estos comicios fue el bipartidismo de doble marca
PPSOE. Pese a la arrolladora victoria del PP debido al antidemocrático sistema
electoral heredero de la Transición estas dos grandes franquicias, entre votos
a otros partidos, abstenciones, nulos y votos en blanco, pierden más de cuatro
millones de sufragios. Es por eso que pese a la que nos espera, el gobierno de
la ultraderecha del PP con mayoría absoluta, cabe sacar en claro esta
reflexión. En este sentido vaya mi respeto más rotundo a todos y cada uno de
los votantes de todos los partidos sin excepción. Si bien cabe la crítica de que
ha sido el obrero desclasado el que ha dado la victoria al Partido Popular este
signo viene a mostrar no sólo lo agotado que está este sistema sino las ganas
de mucha gente de salir de esta situación a pesar de acudir a este tipo de
actitudes a la desesperada. El tiempo dirá el error que cometimos, o no, la
masa considerada como electorado y si
llegaremos a situaciones muy límites e irreversibles como desde ahora se prevé
con el sucio silencio que guarda un inútil como Mariano Rajoy de la que nos
tiene preparada.
Durante
las grandes luchas laborales de finales de los años ochenta y principios de los
noventa del siglo pasado quedó completamente patente que el sistema de las
grandes centrales sindicales había quedado completamente superado porque
sindicatos como CC OO y UGT se han convertido en la peor de las lacras que
sufre la clase trabajadora. Aún así estas organizaciones mafiosas han
sobrevivido a expensas del lameculismo con los gobierno de turno y gracias a
los impuestos de la clase trabajadora. Esto seguirá así hasta que nosotros es
lo permitamos. Esta primera década del siglo XXI ha demostrado otro rotundo
fracaso: el de los partidos políticos tradicionales que actúan en simulacros de
democracia pero que no son más que meras marionetas de las grandes
corporaciones financieras personificadas en la nueva Dama de Hierro del siglo XXI, la señora Ángela Merkel. Aún así
surgen imitadores y/o continuadores de estas fatales tendencias que acaban
entrando en el sistema de una manera u otra para hacer lo mismo que el sistema
les pide pues allí ya pierden no sólo toda autonomía sino además toda catadura
moral y discursiva que les sirve para arañar unos votos más bien miserables. Me
refiero al stalinismo representado por Izquierda Unida, del que reconozco que
hizo un buen papel en el Parlamento con la reforma de la Constitución pero que
quedó en nada, y en partidos de reciente creación como el falangista UPyD de la
resentida Rosa Díez apoyado por Ynestrillas o Equo, la franquicia de Greenpeace
que usa la falacia verde para escalar y que quedó fuera del parlamento o Amaiur
que de lo único que me alegro es porque una buena parte de la ciudadanía de
Euskadi haya recuperado la vos que una indecente ley de partidos PPSOE les
había arrebatado. Yo no abogo por un mundo sin
sindicatos y sin partidos políticos,
ni mucho menos, pero sí que estos dos sistemas de representación obrera y
ciudadana están completamente agotados y a día de hoy son la peor rémora
existente y la mayor fuente de distorsiones y conflictos por no decir de
corrupción y del mantenimiento de los privilegios de una casta supuestamente
elegida pero que han venido a demostrar que no son más que segundones idiotas e
inútiles. Sólo hay que mirar un momento la cara de Zapatero, que ya proyecta la
mudanza de La Moncloa a una exclusiva urbanización de lujo en Madrid con
vecinos banqueros, o de Rajoy para saber bien lo que digo. Hay una solución
para que esto acabe pero es muy difícil, casi imposible, y es que los
ciudadanos y los trabajadores tomen las riendas de sus destinos y luchen por
cambiar las cosas. Esto supone un grado alto de implicación social que muy
pocos están dispuestos a implicarse. Mientras seguiremos con el azote de estos
sindicatos y partidos como un mal menor sin pensar que ya el mal que producen
es inmenso.
No
hay que mirar con exceso negativismo los resultados del 20 de noviembre con
relación a los dos grandes partidos. La mayoría absoluta de Rajoy va a obligar
que la verdadera oposición a sus medidas esté en la calle y no en el Parlamento
que controlan y que, como es previsible, darán el menor de los protagonismos
posibles. Y el PSOE, si quiere sobrevivir, va a tener que ir a la calle también
porque lo de regenerarse. Tras la reunión de la ejecutiva, a la semana de las
elecciones, se han lamido sus heridas pero no se les ve un deseo sincero de
cambio a un partido que ha tenido un descalabro tal que lo va a tener muy
difícil estos años que vienen por delante. Para ahondar en esta fractura que
tiene este partido con la sociedad está la penúltima de Zapatero: el indulto de
Alfredo Saénz del Banco de Santander condenado en firme por un delito de
acusación y denuncia falsa tras las elecciones por un Consejo de Ministros en
funciones. Y es que es lógico porque quién demonios va a creer que este partido
representa la dignidad y la honradez si en Canarias, por ejemplo pues es lo que
veo más cerca, tienen entre sus filas a caciques como Macario Benítez, puteros
como Casimiro Curbelo, gente de cuentas opacas como José Segura, cobardes como
Javier Abreu, mentirosos como José Miguel Pérez o incompetentes como Julio
Pérez. La regeneración pasa por poner a estas malas personas en su sitio y no
creo que el PSOE esté, ni mucho menos, por esa labor.
Y
ya que estamos con Canarias quiero acabar con el papel triste al que ha estado
jugando la supuesta izquierda alternativa canaria con unos resultados más que
ridículos no sólo porque no supieron aprovechar el descontento social para
crecer sino por lo infantil de sus planteamientos al hacer las cuentas de la viejita para verse con un diputado en Madrid aplicando
la lógica de las lentejas compuestas. Reprocho a Sí Se Puede, por haberse
juntado con compañeros de viaje que hasta hace seis meses era enemigos
acérrimos, y al IUC, por cortoplacista de sus planteamientos y por el
lucimiento personal de su candidato Pérez Ventura, de haber desarticulado la
izquierda canaria y de haber pasado la noche electoral mirando sólo los
resultados del otro como máxima. Y como veo tan poca autocrítica pues debe ser
uno el que haga estos análisis, que para nada son exagerados como se ha dicho
por ahí sino todo lo contrario, por lo menos para que la gente mínimamente
concienciada y crítica tenga un punto de vista al qué atenerse con estos grupos
políticos. Lo que ha sucedido el 20 de noviembre no se resuelve en una tarde y
con una cena colectiva por la noche, ni mucho menos con una unidad impuesta con
calzador, sino reconociendo errores y dándolos a conocer a la opinión pública.
No soy nadie para marcar agendas de partidos pero si no hacen van a seguir
profundizando una brecha con la ciudadanía a la que se deben porque para eso
nos han pedido el voto. No se entiende como Pérez Ventura puede estar contento
con sus resultados pues, desde todos los puntos de vista, son malos y
personifican no sólo la fractura que tiene esta izquierda alternativa con una
sociedad que parecen no haber conocido nunca de manera directa. Sé que el
trabajo de los concejales de Sí Se Puede va a seguir igual, esto no creo que
nadie lo haya discutido nunca, pero si no mandan un mensaje claro vamos a ser
muchos más los desmotivados y yo creo, humildemente, que se está escurriendo el
bulto en caso a ver si queda ahí.
Después
del 20 de noviembre sigue la vida pero estamos entrando en una especie de senda
de peligroso pesimismo resignado. Lo peor puede estar por venir porque no hay
talla intelectual en los nuevos cuadros dirigentes que harán que, a su lado,
Zapatero parezca una especie de Einstein cuando no es más que un torpe mediocre
que en ocho años no fue ni capaz de aprender una palabra de inglés. Rajoy
saltaba la noche electoral en la calle Génova como si estuviera drogado y
esperemos que no seamos nosotros los que tengamos que saltar pronto porque todo
avisa que las cosas se van a poner, si cabe, a peor.
Canarias 24 Horas, 28 de noviembre de 2011.