23 junio 2011

¿Quiénes son los violentos?

Creative Commons Reconcimiento / No comercial / Sin Obras Derivadas Arriba las que luchan


La rivalidad entre equipos de fútbol en lo que popularmente se conoce como derbis locales no sólo se ve con guasa desde determinados aficionados y medios de comunicación  sino es una cierta rivalidad poco sana se instiga desde los medios que ganan mucho dinero retransmitiendo deporte porque la consigna siempre es la de que fútbol es fútbol. Las grandes celebraciones de copas como las del Madrid o el Barça acaban siempre, de manera inexorable, con las salvajadas por un grupo reducido de aficionados que encuentran en estas victorias o derrotas su excusa particular para hacer el mico. El pasado viernes 18 de junio se produjo en Sevilla una reyerta entre aficionados del Betis y el Sevilla en el barrio de Heliópolis que se saldó con algunos heridos de poca gravedad, incluidos policías, y la detención de 18 personas algunas de ellas menores de edad. Estamos esperando a que salga el político de turno a declarar sobre estos hechos calificándolos de kale borroca, de que los aficionados al fútbol son unos anti sistema y que esa noche en Sevilla se han traspasado “ciertas líneas rojas” que no se deberían traspasar nunca. Esto no va a suceder no sólo porque la violencia en el fútbol es algo puntual pero cotidiano sino porque para la clase política los deportes espectáculo son una buena forma de tener entretenida, alienada, a la gente y decir esta estupidez puede costar votos en un momento dado. Además calificar como violentos a los millones de personas que siguen el fútbol de manera sana por estos hechos aislados y puntuales sería hacer demagogia de la barata.
Si damos un salto dejando el mundo del fútbol y yendo al de las reivindicaciones sociales y políticas, donde por fortuna en estos tiempos están tan a la orden del día gracias al movimiento del 15m, parece como que las cosas no se ven con la claridad que el ejemplo anterior pues una sociedad mediatizada y poco reflexiva acaba exigiéndoles cosas y reprochándoles otras porque socialmente la gente que sale a la calle a exigir sus derechos se convierten, para los medios y la clase política, en algo potencialmente peligroso y contra los que hay que hacer siempre pura demagogia pues a una opinión pública mediatizada algo le va a quedar. Los mismos que han provocado la grave crisis que estamos viviendo y han dejando el sistema productivo patas arriba para que ellos sigan ganando ingentes cantidades de dinero a través de los sistemas financieros corruptos tachan a los indignados como gente de miras cortas que no hacen propuestas y que están guiados por un romanticismo bonito pero poco práctico que, en el fondo, no va a solucionar nada. Mientras la misma clase política, que es la encubridora por antonomasia de las desidias de los financieros, miran con desprecio a estos ciudadanos porque son un peligro para sus intereses al tiempo que se arrogan de legitimidad al aprobar desmoches de derechos sociales que nunca han estado en sus programas políticos, los partidos que los han tenido, sólo porque un buen día fueron votados por una parte de la ciudadanía que, cada día más, está asqueada y hastiada del sistema y de todo lo que ellos representan. Las declaraciones de un inepto como Zapatero desde Rusia, poniéndose paternalista, a los ciudadanos para que en las protestas globales del 19 de junio contra el pacto sobre el euro no haya violencia son un insulto a la inteligencia pues él en una sola hora bien escogida de sus siete años de presidencia ha generado más violencia que el mes largo que la gente lleva reivindicando un mundo mejor en las calles de todo el mundo. La gente se está comportando con un civismo ejemplar por mucho que se les trate de incriminar con violencia y kale borroca como decía un carente de vergüenza como Artur Mas sobre los incidentes de Plaça de Catalunya anteriores a la sesión parlamentaria en la que se iban a aprobar unos recortes sociales brutales.
Los violentos no somos los ciudadanos que cada día más indignados tratamos de poner fin al coto de caza, a la corrupción y a la degeneración que hemos vivido en las últimas décadas y que nos han llevado hasta estos lodos sino precisamente los que nos han llevado hasta esta situación. La táctica y la estrategia es hacer que la opinión pública, una opinión pública que hay que insistir que en su mayoría está mediatizada de una manera poco reflexiva, mire a estos movimientos sociales y cívicos surgidos por el hartazgo de la clase política y de las condiciones miserables que se nos vienen encima como una banda de violentos que casi lo que quieren es comerse crudos a nuestros hijos cuando una violencia, mucho más grave, es la que provoca el sistema cada día y que acaba siendo legitimada. Nos quieren hacer ver como algo normal todo el desmonte de derechos sociales al que estamos asistiendo en estos últimos años pero hay muchos ciudadanos que no son tontos y que exigen no sólo que se esclarezca la degeneración en la que hemos vividos sino que paguen los que han provocado todo este embrollo. La violencia contra los políticos en la Plaça de Catalunya no sólo hay que depurarla sino que el consejero de interior del gobierno catalán, Felipe Puig, debería sacar a la luz si de verdad ese día había secretas provocando altercados en las concentración como bien parece demostrar un vídeo, que desaparece misteriosamente de algunas cuentas de Youtube, que muestra como un supuesto grupo de antisistemas, con un tufo a policía secreta que no pueden con ella, que parecen estar bien a sueldo del sistema.
Como era de esperar las manifestaciones de este último 19 de junio en toda España han tenido éxito y algunas fuentes hablan de hasta 200 mil personas pero esto no se sabrán con seguridad nunca y entrar en una guerra de cifras es del todo inútil. Lo importante es que este movimiento social no sólo no parece imparable sino que de seguir así, con este tesón, se puede llegar a algo importante. Lo que está pasando ahora, hace poco más de un mes nadie hubiera dado un céntimo porque algo así pudiera suceder, es algo que hay que aprovechar para hacer un sistema permanente de participación social y que con las nuevas tecnologías se puede hacer que la ciudadanía pueda participar en la toma de decisiones políticas que nos afectan a todos de una manera más directa. No en vano una supuesta facción crítica de ese partido de golfos conocido como PSOE propone algo igual pero ya sabemos como a esta gente le gusta acercarse a los movimientos de las clases populares para atraer votos a su costa. El enemigo es muy duro a batir y va más allá de las burdas manipulaciones de medios de la ultraderecha como Telemadrid o Intereconomía por lo que no se va a poder bajar nunca la guardia.

Canarias 24 horas, 20 de junio de 2011.