Con la gran privatización que hubo a finales del siglo XX y principios del XXI en España de los activos industriales y financieros que controlaba el estado el país se quedó con las manos completamente vacías mientras se regalaron, casi a precio de saldo, importantes empresas de sectores tan estratégicos como el transporte aéreo y marítimo, la energía, la banca y las telecomunicaciones. La doble marca de partidos políticos formada tanto por el PSOE, que inició el proceso, como por el PP que lo culminó, sentando a compañeros de pupitre del mismo Aznar a presidir las empresas regaladas y aún hoy quedan en los consejo de administración estos elegidos acumulando bonos, opciones y maravillosas jubilaciones, son los responsables de este proceso completamente opaco, antidemocrático y sucio que ha servido para que, entre otras cosas, en épocas de crisis el estado no tenga de dónde sacar para cuadrar unas cuentas públicas como sucede hoy en España. Muchos fueron los países que, ante el imperativo categórico liberal, cayeron en esta euforia liberalizadora de sacar al mercado empresas públicas de los antiguos monopolios públicos pero países como Francia se reservaron opciones y porcentajes en las empresas privatizadas que sin duda bien deberán de ayudar a sanear sus cuentas públicas. Los procesos de privatización se basaron en una mentira de proporciones inmensas: éstas traerían mayor competencia a los distintos sectores, un abaratamiento de los precios y grandes ventajas para los consumidores. Hoy vemos que lo que han traído estas grandes empresas ha sido una suerte de oligopolios, tras inmensas concentraciones de capital, donde unas cuantas empresas se reparten los mercados a escala planetaria imponiendo sus reglas por encima de los poderes supuestamente democráticos y avasallando a los ciudadanos a los que nombran con el sucio eufemismo de usuarios. Para rentabilizar sus empresas por encima de lo admisible han deslocalizado el trabajo a más no poder y han hecho depender a niveles escandalosos de las instituciones financieras a las empresas de la economía productiva.
Estos días todo el mundo habla con bastante rabia resignada de la propuesta de Telefónica que no tiene nombre, aunque ellos comercialmente se lo hayan cambiado para liar al personal con la marca Movistar, de al mismo tiempo que se prejubilaría el 20 por ciento de la plantilla que aún tiene en España repartir cientos de millones de euros entre su consejo de administración como dividendos y premio a lo que la operadora ha conseguido en este tiempo de crisis que es ganar hasta 10.167 millones de euros en 2010 que para muchos ha sido el peor año de su vida. La propuesta de Telefónica es algo completamente inmoral y cuyo único objetivos es adelgazar su plantilla, al tiempo que parte del empleo destruido se pueda crear en las famosas subcontratas con una calidad laboral que siempre va a dejar mucho que desear, para tener las manos libres y emplear el dinero que se ahorran repartiéndolo entre sus directivos que sólo conocen una palabra en tiempo de ganancias o crisis: avaricia. La reacción del gobierno supuestamente socialista del PSOE ha sido tímida porque saben que no pueden hacer nada contra esta empresa que, junto con otras, trazan la hoja de ruta por la que la economía debe pasar: tachan con la boca pequeña la propuesta de Telefónica como inadecuada y poco más.
La reacción de los sindicatos en la empresa es la de siempre: tanto CCOO como UGT ni siquiera tratan de luchar por los puestos de trabajo que tratan de destruir sino que, de manera completamente vendida y resignada, buscan la manera de sacar la mayor tajada posible a estas prejubilaciones, muchas a partir de los 52 años con carga al estado que no sólo es algo completamente inmoral con la que está cayendo y que además es algo que habremos que pagar el resto de la clase trabajadora, sino que además no han dicho ni media palabra sobre las intenciones de la compañía de repartir los bonos millonarios entre sus altos ejecutivos. Sólo CGT se ha expresado en contra de esta pretensión de Telefónica y si bien ya sabemos que el sindicalismo al uso es un proyecto completamente perdido para la clase trabajadora por lo menos dan una nota de dignidad y de justicia en todo este triste panorama. Lo que no hay que dudar un momento es algo que está claro: Telefónica se va a salir con la suya y tarde o temprano la empresa será algo muy rentable para sus directivos pero completamente delgado en cuanto a su estructura laboral lo que hará que abusen de la subcontratación y será una tortura inmensa para los ciudadanos que necesiten, cada día somos más dependientes de las telecomunicaciones, el servicio que prestan en régimen de monopolio por mucho liberalización que haya habido.
Los grandes monopolios como la banca púbica que se llamaba Argentaria, Telefónica, Endesa, Transmediterránea, Iberia o Repsol se construyeron con el dinero de nuestros impuestos y se pusieron en manos de unos pocos y de corporaciones internacionales convenientemente saneadas gracias también a nuestros impuestos. Esto ha sido un proceso de apropiación de lo público por intereses completamente privados y opacos que ha producido no sólo que estas empresas hayan escapado del control económico que tanto aportaba al estado sino del control político. Son capaces de imponer a gobiernos políticas económicas de las que no se tiene el más mínimo control y que acabamos pagando los ciudadanos. Esta situación hasta la que nos han conducido este bipartidismo PSOE-PP de Coke-Pepsi no es irreversible y tiene solución fuera de los esquemas de la política que representa estos grandes partidos lo que sucede es que no es fácil. El dogma liberal está tan asentado en nuestras mentes que vemos los procesos de nacionalización no sólo como algo utópico sino que hasta produce miedo pues los medios se encargarían de recordarnos lo terrible que fue el falso comunismo de la URRS cuando lo realmente terrible es lo que estamos viviendo ahora. En este sentido la propuesta de ATTAC España de nacionalizar Telefónica y de investigar el proceso de privatizaciones que aconteció hace ya una década larga es una perspectiva que seguro que no solucionaría el caso, el capitalismo actual es un sistema mucho más complejo que hace un puñado de años, pero que parece bien sensata. Vienen tiempos duros pero si no nos movemos vamos a tener mucho que perder pero si lo hacemos ahora tendremos muchísimo más que ganar.
Canarias 24 Horas, 18 de abril de 2011.