Los ciudadanos tenemos cada vez la más acertada percepción que a los políticos la corrupción les sale no sólo completamente gratis sino a devolver. No es que el PSOE esté libre de culpa, más bien todo lo contrario, pero no hay más que ver lo bien que le está yendo al PP con los casos de corrupción de cara a la ciudadanía. La desastrosa gestión de los siete años del interino de La Moncloa, José Luis Rodríguez Zapatero, han hecho que cualquier otra cosa a su lado parezca un jardín en flor y eso lo saben muy bien los Populares. Agazapados y frotándose las manos de pura ambición callan, en la buena medida de lo que pueden salvo algún que otro exabrupto de Cospedal, pues saben bien que la estrategia que les separó de La Moncloa en 2008 de mantener la infamia de ETA y el 11M no surtió efecto pero tienen bien claro que lo que les llevará al poder nuevamente es que Zapatero no sólo está destruyendo a su partido sino a una capa importante de la ciudadanía española decretando medidas que derogan derechos y libertades mientras salvaguarda a toda costa los privilegios de una minoría. Alguien este fin de semana decía que a Francisco Camps se le estaba acusando por cuatro corbatas, en realidad fueron 14 mil euros en ropa exclusiva que no ha podido justificar, pero como si es por un alfiler de plástico para éstas: desde los puestos de poder se debe ser lo más escrupuloso posible y no sólo se deben rechazar todo tipo de prebendas sino que se deben denunciar a los individuos que tientan con éstas.
Hay muy pocos delitos tan repugnantes como la corrupción política, es para equiparar a la violencia de género, el tráfico de personas y el terrorismo, pero desgraciadamente la percepción de la gravedad de este tipo de delincuentes entre la población no se resalta en un grado acorde a lo miserable y repugnante que son este tipo de actos. Valga sólo un pequeño ejemplo: en esta época de crisis donde la gente se lo piensa a la hora de hacer un gasto, el libro más vendido de no ficción es un mamotreto infumable y prescindible que cuesta casi 25 euros y que son una suerte de memorias del maestro del pelotazo Mario Conde titulado Los días de gloria. Ya no se sabe qué es peor si que determinados políticos se enriquezcan de manera ilícita con una gestión arbitraria, irregular e interesada de lo público, si es que en realidad pudiera ser tolerable y lícito algún tipo de sobre enriquecimiento que se pudiera dar, o que la gente corriente considere normal este tipo de actitudes y que se jaleen a los individuos que hacen estos delitos tan repugnantes como muchas veces hemos visto hacer a los votantes del PP con los altos cargos imputados.
Al PP le va a salir gratis el Caso Gurtel y todas las tramas de repugnante corrupción en las que se han visto envueltos en la última década con lo que la democracia real es la que sale perjudicada ya que asistimos a un sistema ceremonial de poder en el que un bipartidismo repugnante ha paralizado las instituciones y donde elegir a los gobernantes es como ir al supermercado a comprar refrescos con el matiz que implica la dualidad Coca Cola Pepsi Cola. La estrategia de los grandes partidos ante sus casos de corrupción, la del PSOE, CiU, CC pero sobre todo la del PP, es aguantar la vela sin hacer nada esperando que este tipo de cosas acabe saliendo de los medios de comunicación, que tan exagerados se muestran para sacar rendimiento a estas cosas como luego lo acaban olvidando, y que la mala memoria de la gente acabe por hacer que, definitivamente, nos olvidemos de este tipo de casos. El paternalismo con el que el régimen de Franco crió a varias generaciones, y que de una manera importante proviene la educación de los que ahora están en el poder, hace que este tipo de cosas se asuman sin apenas un rasgo de auto crítica de lo que se está haciendo, o peor, de lo que estos sinvergüenzas nos están haciendo.
Sólo en Canarias, sería interesante saber más datos por comunidades pero sobre todo por aquellos casos que no se investigan porque su montante no es lo suficientemente jugoso para que la Fiscalía Anticorrupción actúe de oficio, hay más de 200 políticos, altos cargos, funcionarios y empresarios imputados por delitos de corrupción. 200 personas son muchas personas para que luego digan que la corrupción es algo puntual y que las instituciones, la policía y los organismos judiciales funcionan con estas cosas. Lo que los políticos deben hacer para garantizar que nadie se aproveche y robe de lo público es dejarse de grandes palabras, resumidas en una especie de yo no ha sido, y reforzar económicamente a las instancias judiciales para que investiguen de oficio en estos casos al mismo tiempo que haya un endurecimiento de las penas por corrupción, mucho más que las que ha habido tras la reforma última del código penal, para que el estado democrático sea capaz de regenerarse. En todo esto está clara una cosa: a la clase política no le interesa que la justicia funcione porque si no ya lo habrían hecho como cuando en cada inicio de sesión de las distintas instituciones las cámaras suelen tener reuniones cuasi secretas para ahondar en sus privilegios y en los sueldos de sus miembros.
Estos días hemos mirado hacia Egipto con una honda envidia porque ha caído un dictador, en espera de lo que pueda pasar y de los posibles movimientos de involución que puedan dar al traste con muchas ilusiones allí depositadas, porque los egipcios nos han dado a occidente una lección de auténtica democracia porque un pueblo ha expulsado a un tirano, ladrón y corrupto como Mubarak. No voy a ser yo el que comenta el error reseñando a sinvergüenzas como Zapatero, o Rivero en el caso de Canarias, a la altura de tiranos como este tipo porque aquí las cosas no son como en Egipto pero sí que es verdad que durante décadas nos hemos conformado con las migajas que nos da un sistema democrático y no lo hemos querido todo lo democráticamente posible para nosotros. En Egipto, y en algunos países del mundo árabe, tienen la esperanza que nosotros perdimos hace tiempo porque nos hemos acostumbrado a que las cosas sean así como si de una manera irremisible se tratara aunque deberíamos de tener claro que no lo son. A este paso nuestra sociedad tardará mucho en recobrar la decencia que hemos perdido y que, tal y como van las cosas, tardaremos generaciones en recuperarla y muchos seremos los que nos moriremos sin verla recobrada. Nadie nos puede afirmar que viviendo así estemos vivos pero esto es ya otra cuestión.
Canarias 24 Horas, 14 de febrero de 2011.