Escuchar a importantes biólogos de la Universidad de La Laguna como Alberto Brito, Wolfredo Wildpret, Juan José Bacallado o Aurelio Martín ente otros manifestándose en contra, haciendo ruedas de prensa y enfrentándose directamente al gobierno canario por algo que consideran injusto como es la ley del catálogo de especies de Canarias es algo que nos debe de llenar de orgullo a la ciudadanía. Sin duda en ellos se suma el hecho que son buenas personas, que aman su trabajo que consiste en el conocimiento de la biodiversidad canaria y que, además, tienen una buena noción de lo importante que es su trabajo para la sociedad. Pocas veces, en el caso de esta gente, ha estado mejor invertido el dinero, que sale de nuestros impuestos, para pagar sus sueldos o los proyectos que, siempre escasos por otra parte, hayan podido realizar. Toda gratitud con esta gente por parte de la sociedad es poca.
Como gran parte de la universidad española la de La Laguna es endogámica, ha estado sobredimensionada adrede y, salvo honrosas excepciones como los biólogos que acabo de nombrar u otras que me sería largo hacerlo aquí, ha sido un nido de mediocres meritocráticos puestos a dedo que han utilizado la facultad que les otorga su pensamiento, completamente especializado, para medrar en lo personal y poco más. Sin duda la Universidad de La Laguna se podría permitir el lujo de prescindir de muchos de estos tipos, cosa que le sería mejor, pero el caso es que también lo podría hacer de una Facultad entera como es la de Filosofía. Conozco bien ésta porque estuve bastantes años vinculado a ella aunque reconozco que en los últimos le he perdido la pista para, entre otras cosas, vivir libre de jaquecas. Salvo muy honrosas excepciones, que no voy a nombrar porque no es el objeto de este texto pero que afirmo que existen y porque son personas honestas y se verán reconocidas, allí conocí a la gente más miserable y mediocre que ha pasado por mi vida, y no me refiero sólo a los alumnos, sino a muchos profesores. Que digan a la sociedad los que allí trabajan dando clase, salvo unas investigadoras que se dedican a la perspectiva de género con una labor bastante olvidable donde estas señoras se han hecho un hueco del mundo subvencionado, si han producido algo a ésta y que diga alguien de la calle si han escuchado algo, cualquier cosa ya sea buena o mala, de esta Facultad de Filosofía para la ciudadanía en general o de manera particular. La respuesta es rápida y corta: nada, cero, nulo o mierda pura. Y que no venga a contar cuentos los del área de Antropología porque, aparte de que estos se han encontrado siempre muy poco cómodos en esta facultad, sus trabajos dirigidos por los de siempre dan, sencillamente, pena.
Lo que sí ha producido esta Facultad es una especie de parásito muy singular, muchas veces eternizando una tesis con pretensiones de gran filósofo alemán que ni ellos mismos entienden, que desde joven entendió que lo bueno para su vida era una especie de come y calla que comprendía tragar de todo para conseguir así un puestito sin pretensiones, de pequeño burgués, que les mantuvieran apegados a una forma de vida cómoda por la que nadie nunca les exigiera resultados. Así algunos han llegado a catedráticos cobrando cerca de 4.000 euros al mes, Zapatero cobra por poner la cara ante millones de defraudados 7.665,2 euros mensuales con lo que a este tipo le sale rentable este puesto, simplemente dando dos clases semanales durante 4 meses en todo el año y no habiendo nunca escrito ni una línea más allá de una nota de la compra. Eso sí, a la hora de criticar a los alumnos son los primeros que lanzan contra ellos su vehemencia, pues la verdad es que los jóvenes andan bastante despistados, como si esta vida no tuviera a los muchachos bastante perdidos y su manifiesta incultura les supusiera algo ontológica y hasta genéticamente inexorable cuando lo que sucede es que la sociedad mercantilizada nos hace cada vez más pobres como personas. Empezando por esta suerte de calaña de profesores, por supuesto. El caso es que estos mediocres y catedráticos, que usan el conocimiento no para ser mejores como personas sino para imponer sus dogmas de manera autoritaria, se permiten el lujo de reírse de sus alumnos en privado y ponerlos como troncos, cuando realmente ellos son mil veces peores.
La filosofía se ha alejado de las vidas de las personas comunes porque en una sociedad en la que las cosas se mueven al ritmo de la telefonía móvil, donde todo tiene que ser para hace un rato, la reflexión se la ve como algo malo y hasta contraproducente cuando debería ser todo lo contrario. No le voy a quitar a los estilos de vida actuales que sean bastante responsables de haber arrinconado la reflexión a un lado pero tampoco se las voy a quitar a estos filósofos de pacotilla de ser culpables de este deterioro pues ha caído en el individualismo más egoísta y el solipsismo más miserable que pueda existir siempre pensado en vivir bien y en pasar desapercibidos. Una cosa es cierta: la Facultad de Filosofía de la Universidad de La Laguna podría desaparecer mañana mismo y nadie se enteraría primero porque pocos sabemos que existe y segundo porque no representa ningún tipo de utilidad a esta sociedad. Y ahora que no me traten de pillar estos mismos asalariados de la filosofía de esta facultad porque cuando digo utilidad no estoy hablando en términos mercantilistas sino hasta de aquellos más directos que son sus alumnos y que cada vez tienen menos.
En la actual situación de esta Facultad se encamina, no si ya en este curso seguro que en los siguientes, a acabar teniendo más profesores que alumnos. La responsabilidad de que esto sea así no es de la sociedad que está alejada de la reflexión o de las instituciones que no la promocionan sino de una gran mayoría de estos profesores que son unos miserables, unos mediocres y unos pequeño burgueses incultos que, con su conocimiento altamente especializado pero muy limitado, han encontrado el verdadero chollo que les permite mantener un alto ritmo de vida sin dar nada a cambio a la sociedad sino parasitando de ésta. De esta gente, filósofos germanistas, antropólogos subvencionados, feministas rocambolescas y filósofos de la ciencia despistados nunca se les oirá una palabra crítica contra el escenario actual, completamente criticable desde esta Facultad que debería ser el centro de la crítica de la sociedad, porque temen que puedan desaparecer pues su vocación no es la filosofía sino la gratitud estomacal y el agradecimiento a quienes les sostienen mes a mes. Sus sueldos serían más productivos quemando el dinero pues la combustión del papel produce más energía que lo que ellos gastan pensando.
El saber se pudre colegas era una pintada que estuvo muchos años en el aula de primero en el edificio antiguo que se le conocía como la Universidad Central. Todos los alumnos que pasaban por este curso era lo primero que leían en esta facultad pues estaba muy cerca de la puerta. Con la perspectiva que dan los años no puede dejar de reconocerse que esto es una de las mayores verdades que se han dicho nunca en esa Facultad de míseros meritocráticos, catedráticos vestidos a la última moda pero con un bigote desfasado y una masa de profesores que lo más que llegan es a ser escribanos y copistas de lo que han leído o dicen que leen. La miseria de la cultura en Canarias está en la Facultad de Filosofía que, encima, ha secuestrado el nombre de la Filosofía, una forma de conocimiento que hace 25 siglos revolucionó de manera irreversible la forma de entender el mundo, no para revolucionar nuestra sociedad sino para mantener sus estómagos llenos y sus bocas cerradas a toda crítica. Si esta Facultad desaparece mañana nadie la echará de menos porque los únicos que saben que existen son los directivos de la banca que gestionan las hipotecas de su profesorado. Así de podrida está la sabiduría.
Canarias 24 Horas, 30 de agosto de 2010.