En una época en la que nuestra sociedad reclama acciones urgentes en una gran cantidad de situaciones sociales, políticas y económicas los días de que tanto gusta celebrar a nuestros políticos y medios de comunicación no son más que una simple caricia de genitales que todas y todos nos damos en esas fechas señaladas pero que, normalmente, están vacíos de contenido. Un día que sin duda no debería de existir como celebración de una causa concreta es, sin duda, el 8 de marzo Día Internacional de la Mujer porque, desde que la humanidad es más o menos lo que es, todos los días son de Ellas. Ese día está ahí para recordarnos que la base de nuestra sociedad, de la mayor parte de las sociedades históricas que hemos conocido en realidad, están basadas en su casi totalidad en una discriminación sexual y en la opresión de la mujer más por razones ideológicas que meramente biológicas.
Aún así es de temer que este Día Internacional de la Mujer se va a seguir celebrando por mucho tiempo no sólo porque queda bien cara a la galería sino porque, desgraciadamente, va a haber discriminaciones de todo tipo, pero sobre todo por cuestiones de sexo, durante algunos años más en este tedioso planeta tierra. Aún así el imparable ascenso de la mujer a puestos de mando y responsabilidad en las últimas dos décadas escasas ha sido, por lo menos un país machista y regido hasta hace poco por el nacional catolicismo como España, algo casi sin precedentes salvo aquella época de aire más limpio que fue la Segunda República. Una causa de que esto sea así ahora lo es sin duda el hecho que la mujer haya tenido una espectacular mejoría en el acceso a los estudios, no sólo superiores sino de todo tipo.
Y es que ahora, donde se incide en la formación frente a la sangría que representó a los chicos que abandonaron los estudios para ir a ganar un dinero que tan fácil venía como se iba en el sector chapucero de la construcción, la mujer ha ganado muchísima ventaja frente a los hombres y seguramente pronto en estadísticas, si es que no lo están ya, se situaran con una formación más precaria que la de las mujeres que, todo hay que reconocerlo, han aprovechado más el este tiempo tan importante. Esta nueva tendencia, que nunca se adaptará a la sociedad de manera radical desgraciadamente, debe de irse perfilando para que, en los próximos años, se lleguen a una sociedad más dominada por la mujer en todo tipo de estamentos. Digamos que la superioridad femenina es algo que ya existe pues el día en que se tenga la dignidad de cuantificar la cantidad de riqueza que de manera no remunerada, a veces hasta de unas formas que rayan la esclavitud, las mujeres generan al Producto Interior Bruto de las naciones con su trabajo doméstico otra cosa sería de este mundo. Un mundo que siempre ha necesitado de este trabajo necesario pero silencioso, en los distintos sistemas productivos que la humanidad ha conocido, para crecer y llegar hasta estas cotas que llamamos progreso pero que sabemos que es otra cosa porque una sociedad no progresará hasta que extirpe las discriminaciones de carácter ideológico que pesan sobre nuestra sociedad y que se ampara en supuestos condicionamientos biológicos.
Para ello hace falta que las estructuras de poder social y las consciencias cambien. De nada sirve que una mujer sea vicepresidenta del gobierno si lo que hace es aplicar políticas machistas o directiva de una gran empresa que lo que hace es remedar la actitud de los hombres que ha sido la de pisotear a los que están debajo, a las mujeres por supuesto que también, para llegar a donde están. Lo que si se vislumbra, y esto aunque parezca un hecho siempre la realidad se puede torcer por acontecimientos que hacen que las sociedades retrocedan y por lo menos aquí lo expreso como un deseo, es que la sangre nueva de una sociedad más feminizada vaya alcanzando las cuotas de poder necesarias para que nuestro mundo cambie de manera irreversible.
Algo que tiene que transformase son las mentes de las personas y ya sabemos, por sociología pura y dura y por la historia misma, que esto es algo a veces muy difícil, que requiere de tiempo y que es una empresa no apta para impacientes. Sí yo vine para algo a este mundo es para crecer y no para reproducir lo dado sin reflexión alguna. Si algo me molesta es compórtame como un racista o un machista, por ejemplo, sin darme cuenta de ello porque esta vida deja muy poco, a veces, para la reflexión porque este hábito se valora cada vez menos. Hace poco tuve con una buena amiga un gesto, que partió de mi subconsciente más cavernícola, que a la milésima de hacerlo me estaba arrepintiendo de éste porque yo, por lo menos conscientemente, no soy así. He sentido más rabia por haber hecho una cosa que no me honra como persona, que seguramente, la ofensa que le pude provocar. Desde aquí te envío un relato con las tres palabras que tú y yo ya sabemos bien. La sociedad ampara al hombre para ser como es y a la mujer la deja en un desamparo social sin explicación alguna. Por eso nuestra sociedad debe cambiar y cuando determinadas mentalidades desaparezca no sólo en lo ideológico sino en lo físico otra cosa será de nosotros. Los años que quedan de este siglo serán, sin duda, los de la mujer y esto se deberá de notar en la vida corriente. Desde aquí me niego a felicitar este día a las mujeres en general y simplemente espero seguir creciendo para felicitarlas, día a día, con los pequeños gestos del reconocimiento de sus idiosincrasias desde la igualdad más necesaria.
Canarias 24 Horas, 8 de marzo de 2010.