Conocí a Yauci
Hernández Pacheco a principios de este siglo XXI a los pocos meses
de que las Torres Gemelas cayeran y de que Bush jurara su venganza
infinita al mundo árabe, y por ende al resto del planeta, con sus
tormentas del desierto y su mirar hacia otra parte para que las
entidades económicas trapichearan lo que quisieran y dejaran al
mundo en una posición bastante jodida. Cuando eso un pequeño grupo
de gente intentábamos sacar adelante un proyecto de organización
social y él era uno de los entusiastas que colaboraban con su
imaginación y presencia en todo ello. Luego vinieron tiempos en los
que empezamos a vernos más distanciadamente aunque siempre teníamos
unos minutos para que, básicamente, él contara sus batallas e
historias en las que andaba metido. La última vez que lo vi fue el
12 de julio de 2008 en Icod de los Vinos en una manifestación contra
el anillo insular de carreteras. En otro día me enteré que había
muerto y no sé si me dejó más perplejo el hecho de los absurdo de
cómo fue su muerte o de que sólo tuviera 27 años y mucha vida por
delante para seguir contribuyendo con su buen hacer.
Yauci era uno de esos
jóvenes que nacieron con el estatuto de autonomía y la democracia
ceremonial al igual que Alberto Martín que defendió en el
Parlamento de Canarias la ILP a favor de una moratoria turística por
parte de Ben Magec y que nuestra sociedad no sólo no debe permitirse
el lujo de prescindir de ellos sino que tiene la obligación de
mimar. A diferencia de la generación de inútiles segundones que
está en el poder no tienen mucho que perder porque son hijos de la
precariedad laboral y social más absoluta y si este mundo no
desaparece en las cenizas de sus propias contradicciones cuando tomen
el relevo generacional tendrán mucho que decir porque hoy ya lo
hacen cada vez que les dejan. Cuando alguien se va, esto es una
actitud de distancia hacia la muerte porque esperamos que algún día
hagan lo mismo con nosotros aunque no estemos para verlo, es normal
que hasta del mayor hijo de mala madre se hable bien y se dejen de
lado sus pecados y se
maximicen sus cosas positivas aunque sólo hayan sido unas pocas.
Yauci ha suscitado una opinión unánime entre todos los colectivos y
personas que lo conocimos: era un tipo estupendo. Quizá demasiado y
es que este mundo de mierda hay que tomárselo con las necesarias
armas para que no nos acabe sobrepasando como a él le sucedió
porque era una persona confiada por buena. Y es que buenas personas
hay muchas, la mayoría de las ciudadanas y ciudadanos que
contribuyen con su trabajo y esfuerzo a esta sociedad que no tendría
sentido sin ellas y ellos, pero son escasos los individuos que además
están concienciados y creen que otro tipo de mundo es posible.
Esta misma semana el
Consejero de Favorecer Obras Públicas en Contra del medio Ambiente
Domingo Berriel señalaba que después de que se descatalogara una
especie protegida y en grave peligro de extinción como son los
sebadales canarios el puerto de Granadilla tenía vía libre para, en
15 días, comenzar las obras. Puede pasar que éstas comiencen para
dejarlas abandonadas con la construcción del dique y sin terminar el
puerto porque ya el pelotazo de las empresas licitadas está en esta
obra que se llevarán seguramente más de los 200 millones de euros
que está presupuestada aunque el daño irreparable al entorno de
Granadilla ya estará hecho. Si la justicia fuera eficaz, parte del
poder judicial se permite el lujo de proponer una huelga por puro
corporativismo, el puerto probablemente quedaría anulado de pleno
derecho pero aquí los que se escudan en la administración para
defender intereses particulares juegan no sólo con las cartas
marcadas sino con una terrible política de hechos consumados que va
en contra de la mayoría. En las islas los concursos públicos se
amañan como buenamente se puede y recientes casos son los de la TDT
en la mayoría de las demarcaciones del archipiélago y el concurso
eólico en Lanzarote dejan el listón de corrupción muy alto y una
hipoteca económica a los ciudadanos muy grande que algún día
tendremos que pagar con nuestros impuestos como lo haremos con los
desmanes de la Playa de las Teresitas, las extracciones de Tebeto, la
Montaña de Tindaya, los fondos perdidos del Icfem o la expropiación
ilegal del Parlamento de Canarias. Mientras tanto nuestras islas se
llenan de asfalto con carreteras innecesarias porque el transporte
público no es un negocio redondo o lo es sólo con tranvías, se
planifican trenes que no llevan a ninguna parte, se hunde la
agricultura como medio de vida sostenible, se hacen puertos y pistas
de aeropuertos innecesarias en una economía montada para la
especulación y el saqueo de lo público por manos privadas que
encima no pagan impuestos sino que lo blanquean con la RIC. Este
entorno puede suceder y está seguramente muy cercano para muchos de
nosotros y nosotras pero Yauci ya no estará ahí para verlo ni para
luchar porque otro distinto sea posible.
Cuando alguien como
Yauci muere lo hace una parte de nuestras ilusiones y de la
posibilidad de un cambio más o menos radical logre que las cosas que
ahora están muy negras se vean más claras o hasta grises en un
futuro cercano. Por eso los que por aquí quedamos no nos queda otra
que, para honrar su memoria, seguir en la lucha como hasta ahora
porque a pesar de que una pequeña parte de la sociedad ha despertado
y no se creen las folías y los engaños de los que gobiernan todavía
hay mucho que construir en entre la ciudadanía permanentemente
aplatanada y dormida. Y porque Yauci nos va a hacer falta estos años
vamos a tener que buscar jóvenes que crean en un mundo mejor para que,
como nosotros que nos quedamos aquí por un tiempo ya lo hemos hecho,
aprendamos de su ejemplo. ¡Adiós compañero!
Canarias 24 Horas, 19 de enero de 2009.