Esto no es una suposición mía sino que organismos supranacionales y nada democráticos como la todo poderosa Organización Mundial de Comercio, OMC, han conseguido que las instancias política mundiales acepten que las reglas de mercado que ellos imponen a los ciudadanos, también a los países menos desarrollados para poder formar parte de ésta, estén por encima de requisitos sanitarios básicos como el de la seguridad alimentaria. Y es que en pocos años este lobby de los mercaderes ha hecho bastantes barbaridades con el comercio y la economía mundial al conseguir que sus reglas, completamente particulares y poco universales, se impongan a la mayoría de la población mundial. El gran asalto, después de liberalizar los sectores industriales, los transportes y las telecomunicaciones mundiales es ir a por la sanidad y la enseñanza para, con el perverso epíteto de llamar a estos derechos básicos servicios, conseguir que las grandes empresas del sector metan mano a una tarta que cuando ya se han privatizado todos los aspectos de la vida van a seguir dando jugosos beneficios a costa del trabajo de todos y todas a unos pocos.
Dicen los neoliberales que los servicios cuando son atendidos por empresas privadas son más baratos para los ciudadanos y más eficientes. La experiencia de estos años de liberalización económica a ultranza demuestra que esto, la mayoría de las veces, no es cierto. Con las telecomunicaciones supuestamente liberalizadas al máximo tenemos un pequeño grupo de compañías, funcionan en oligopolio, para elegir y lejos de haber abaratado el consumo lo que han hecho es ampliarlo y ahora es cuando más dinero pagamos en telefonía. Eso sí, hay que portarse bien con ellas porque como por casualidad tengamos un problema mejor reclamarle a un muro, que algún día acabará respondiendo, que a sus odiosos y subcontratados, en el extranjero, servicios de atención al cliente porque hasta se pasan por el culo a los legisladores y si tienen que subir el precio del establecimiento de llamada porque van a prohibir el redondeo lo hacen y no pasa nada. Aún así todavía se entiende que este tipo de cosas estén fuera del sector público pero lo que no es admisible de ninguna de las maneras es que los estados y gobiernos se desentiendan de la educación y la salud de sus ciudadanos. Y es que de irresponsabilidad y baja moral es como hay que calificar los actos de sibilina privatización, no se privatizan la sanidad por entero pero muchos servicios sanitarios se reparten entre los amigos, que ha hecho el PP en Valencia y Madrid y la lepra de Coalición Canaria en las islas.
A empresas como Endesa les sale completamente gratis haber tenido a cientos de miles de personas sin electricidad durante una semana en el área metropolitana de Tenerife o haber callado irresponsablemente una serie de vertidos radioactivos en la central nuclear de Ascó en Tarragona. Empresas como Siemens y Alstom se las conoce en Sudamérica porque van sobornando a políticos para que compren sus trenes y tranvías, quizá no haya que ir tan lejos porque en Tenerife Alstom tiene su tranvía producto de un pelotazo funcionando, y a nadie le pasa nada. Todas las grandes empresas son las culpables de que el trabajo en el mundo se haya deteriorado a niveles insospechados hace algo más de una década, en los países en desarrollo se trabaja a niveles esclavistas y en los desarrollados la calidad ha bajado rotundamente, creando mucha infelicidad, deterioro ecológico y moral en una sociedad que, cada vez, parece más perdida. A principios de los años ochenta del siglo XX el trío liberal formado por el Papa Wojtyla, Margaret Thatcher y Ronald Reagan encauzaron lo que habría de ser esta globalización que casi treinta años después amenaza con desintegrarlo todo. Este trío, de moral altamente conservadora, que se vendió en su momento como salvadores de la humanidad son los responsables políticos de que millones mueran todos los días y una causa penal en La Haya contra ellos no haría nada ya pero seria de justicia.
El paradigma de la terrible globalización neoliberal que nos ha tocado sufrir, y con el que siempre nos han tratado de vender las bondades de este proceso, es sin duda el de los vuelos de bajo coste con los que, junto con las telecomunicaciones, dicen que el mundo se ha hecho más pequeño. El vuelo JK 5022 de la maldita Spanair era de este tipo y ya sabemos los problemas que esta compañía estaba pasando en estas fechas, seguramente no están tan mal pero estarán aprovechando esta etapa de crisis generalizada para hacer recortes y seguir ganando lo mismo o más, y es muy seguro que el fallo, un accidente siempre puede pasar, tenga mucho que ver con esta actitud de buscar rentabilidad a toda costa. Tampoco es pura casualidad que este vuelo viniera para Canarias, unas tierras que en muy pocos años, con una gestión completamente bananera, han conseguido ser la gran oportunidad para empresarios y empresas sin escrúpulos que sacan toneladas de dinero limpio de estas tierras invirtiendo lo mínimo en ellas a costa del bienestar económico, ambiental y social de sus ciudadanos. El vuelo no llego a despegar, toda una metáfora de lo que está sucediendo ahora por estas tierras.
Canarias 24 Horas, 25 de agosto de 2008.