Las claves del éxito del fútbol, como bien dice Ignacio Ramonet en el editorial de junio de Le Monde Diplomatique, se basan en que es un juego de reglas simples que refleja en todo su entramado sociológico las injusticias que a diario se dan en la vida de tal manera que puede ganar no precisamente el equipo que exhibe un mejor juego. A esto se lo refiere en la prensa especializada de los deportes como el hecho de que fútbol es fútbol. Detrás de todo esto, añade Ramonet, está el gran negocio de la FIFA, que consigue mover un presupuesto superior a un país como Francia, y que se basa en la venta de los derechos de la publicidad y que arrastra un turbio negocio basado en la venta de elementos deportivos textiles fabricados en lugares donde el trabajo es precario para que el beneficio de las multinacionales sea mayor.
A lo políticos, sobre todo a los del PSOE que es el que gobierna, nunca le había podido venir mejor el papel que la selección española de fútbol está haciendo en esta Eurocopa sobre todo en un momento de grave crisis económica que el gobierno de Zapatero, metido en las tácticas de comunicación que pasan por la tergiversación de la realidad, como el que nos encontramos. En estos momentos debo ser ya viejo y completamente desechable porque cuando veo a gente animando a la selección pintados de rojo y amarillo con banderas españolas cubriendo su cuerpo y no puedo sino escalofriarme. Y es que estos símbolos, la bandera roja y amarilla y el himno de la marcha real, por mucho que hoy en día se los intente hacer pasar como democráticos tienen un arraigo franquista que tumba para atrás. Algunos críticos reconvertidos a progres, que cuando no estaba de moda el fútbol renegaba de él, dicen que los que todavía vemos las cosas así somos parte de la generación con complejos que debemos de dar paso a esta nueva generación que no se repugna ante estos símbolos. Debe ser que millones de muertos y exiliados por la Guerra Civil y 40 años de dictadura fascista se deben de olvidar enseguida y que los que no lo hacemos, durante muchas más generaciones esto será así, estamos simplemente desfasados. No me han gustado nunca los nacionalismos excluyentes, el paradigma y ejemplo de todos ellos es el español, y no pienso dejar de hacerlo ahora porque muchos millones de personas estén siendo manipuladas, consciente o inconscientemente, con este tema del fútbol.
Mientras la selección española gana partido tras partido de la Eurocopa, seguramente hasta la victoria final, en el Parlamento Europeo se ha aprobado una normativa de retorno de los inmigrantes que criminaliza la inmigración y que está inspirada por sectores xenófobos o se ha aumentado por consejo de ministros europeo hasta las 65 horas semanales el tope máximo laboral en el otro torneo europeo de a ver quién es más neocon. Un sin vergüenza como el ministro Miguel San Sebastián ha dicho que la subida de un once por ciento de las tarifas eléctricas, en clara bajada de pantalones del gobierno ante las eléctricas, no es tal sino una medida que pretenden fomentar el ahorro energético cuando esto, que se ahorre energía por parte de los ciudadanos, nunca ha sido rentable ni política ni económicamente a nadie. Y es que mientras gana España se puede, por lo visto, decir cualquier burrada que no pasa nada.
Gane o pierda la selección el lunes siguiente a este domingo 29 yo me voy a volver a levantar temprano para ir a trabajar como he hecho hasta ahora y como habré de hacer durante muchos años. Probablemente me levante con la noticia de que la selección española ha ganado la Eurocopa. No es que tenga grima a los futboleros pero, particularmente, me haría más ilusión levantarme con el hecho de que los países pobres no lo son tanto en virtud a que el mundo empieza a estar mejor repartido o que, en vedad, la política es independiente y no se pliega ante la economía. Pierda o gane la selección mi vida, en todos los sentidos, va a ser igual tendiendo hacia la peoría de una civilización que, con estos signos y coletazos, tiende hacia el colapso. Mi trabajo, como el de muchos millones de ciudadanos en los países más desarrollados, va a servir para que la maltrecha economía socialice en nosotros las pérdidas de las grandes empresas las que, estas si, nunca llegan a perder sino siempre todo lo contrario. Y es que soy privilegiado ya que millones de seres humanos en este planeta, de esos que no pueden acceder a la quinta parte de nuestros recursos, se van a quedar por el camino en guerras, hambre y proyectos frustrados de emigración.
Canarias 24 horas, 29 de junio de 2008.