Nunca había sido tan fácil y, al mismo tiempo, tan perjudicial publicar. Cualquier tertuliano berreón que salga en un programa de televisión le sacan un libro para usar y tirar que no vale ni el papel en el que está impreso ya que el sistema editorial español es muy potente debido a la expansión de nuestro idioma. Se publica tantas cosas, la mayoría de mala calidad, que es inmoral, por el coste ambiental, la cantidad de papel que se desperdicia y que desde las librerías acaba en las trituradoras.
Cuando Miguel Díaz Díaz La Zurda y su editor de Lágrimas y Rabia publicaron a finales de 2007 la novela Islas Canallas probablemente no sólo eran ajenos a esta vorágine editora que hace que buenos textos se pierdan entre un mar de basura sino que no tenían ni idea del éxito, a escala local, que la idea de que el guitarrista del grupo punk canario Guerrilla Urbana volcara toda su visión crítica del mundo en un relato iba a tener. Estos días se ha presentado en el emblemático Blues de Bar de La Laguna la segunda edición, corregida que no aumentada, en la que se le incluye el texto leído por La Zurda en la presentación en el Colegio Mayor San Fernando el 15 de diciembre de 2007.
Esta curiosa novela se desarrolla entre los albores de la dictadura del general fascista Franco y los primeros años del proceso que se ha dado en llamar La Transición hacia la democracia en la isla de Tenerife, concretamente entre las ciudades de La Laguna y el Puerto de la Cruz. Es un texto desternillante, irreverente y muy ingenioso. En esta obra de ficción se entremezclan los momentos históricos de los que su autor fue testigo privilegiado, el caso de las luchas obreras y estudiantiles en La Laguna en 1977, y no se hace ninguna deferencia hacia nada ni nadie. A través de la narración de la vida de los últimos descendientes de la familia Fernández de Lugo y de Pontepadarte, ésta acabará sucumbiendo ante la risa del lector como castigo a los siglos de vicios acumulados en la estirpe, el autor hace una breve pero contundente historia del elemento que aglutina toda esta obra y que no es otra cosa sino la mierda según sus palabras
Oportunamente Miguel Díaz rescata con inteligencia la tradición de la novela satírico picaresca del Siglo de Oro. Quizás a esto le ayude el lenguaje deliberadamente arcaizante que utiliza y la mordaz crítica del clero del archipiélago que siempre ha sabido medrar junto a la connivencia del poder y que lo sigue haciendo ahora gracias a su cercanía con los gobiernos locales y autonómicos. En este sentido el retrato del jefe de la iglesia Don Oroncio Franco Bostión es no sólo un personaje deliberadamente exagerado y bufonesco sino que sus rasgos, tremendamente socarrones y autoritarios, bien pudiera encontrarse en muchas actitudes y costumbres de muchos personajes que nos rodean. Tampoco podemos evitar encontrar un parecido de familia con el obispo de Tenerife, Bernardo Álvarez, de tan triste actualidad tras sus poco afortunadas declaraciones de hace unos meses.
En Canarias durante años nuestra idiosincrasia se ha movido sin término medio entre un victimismo efectista, como el que usan nuestras autoridades para negociar con Bruselas y atraer a estas tierras una serie de privilegios que muchas veces no se justifican sino para gozar de poder, y un ombligüismo que no es sino efecto de un gran complejo de inferioridad. Quizás la búsqueda de un término medio no nos vendría mal pero mientras, esto pudiera ser casi como una receta para la supervivencia, unas dosis de buen humor y autocrítica como pueblo nos ayudaría a afrontar no sólo el día a día sino lo que está por venir. Miguel Díaz La Zurda ha hecho una novela que no se queda en el localismo sino que cualquier lector, salvo aquellas cosas muy propias, puede ser capaz de entender porque, aunque a primera vista no lo parezca, es un texto para hacer pensar por el método de revolver las consciencias.