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Es difícil encontrar un caso de vuelco electoral en nuestras democracias occidentales, en estas que son de tipo ceremonial me refiero, tan claro como el que sucedió en las elecciones de 28 de octubre de 1982 al Congreso de los Diputados entre la UCD, partido hasta entonces en el poder, y el PSOE, ganador de éstos comicios. Después de dos presidentes de gobierno, primero el sobrevalorado Adolfo Suárez que venía del aparato de gobierno de la dictadura de Franco y después el intranscendente Calvo Sotelo, UCD perdió estas elecciones consiguiendo sólo 12 diputados mientras que el PSOE acabaría con la mayor de las mayorías absolutas que se recuerdan en España obteniendo 202 escaños. Pocos meses después la UCD, que ni siquiera sacó grupo parlamentario propio según las reglas parlamentarias de aquella época, acabó desapareciendo. La derecha de entonces se concentró en Alianza Popular, semilla del actual PP, creado a su imagen y semejanza por otro destacado miembro de la dictadura y ministro represor de gobernación Manuel Fraga Iribarne.
Las extrapolaciones nunca suelen ser adecuadas y, cuando menos, muchas veces son desafortunadas. El caso es que, no sé si es un profundo deseo que tengo hace tiempo o un adecuado análisis de la realidad, no he podido evitar pensar alguna vez que haya cierto paralelismo entre la desaparición de UCD en 1982 y la sonada derrota de Coalición Canaria tras las elecciones del 27 de mayo pasado. Un paralelismo que, realmente, se hace visible en un principio pero hay que tener en cuenta otras muchas más cosas que hacen que estos hechos no sean idénticos. El caso es que gracias al peculiar sistema electoral canario, por el desmesurado poder del voto en las islas menores, el descalabro electoral de CC no es tan grande. Es más, en virtud a un pacto que se ha dado a conocer como de los perdedores Coalición Canaria ha vuelto a gobernar la comunidad en contra de la mayoría que le dio la victoria a López Aguilar. Si estas mismas circunstancias tuvieran lugar en una supuesta democracia situada, pongamos, en Sudamérica, estaríamos hablando de caciquismo y tildaríamos este gobierno como República Bananera porque aquí ya sabemos que muchos medios prefieren llamar las cosas por otro nombre o simplemente ocultarlas.
El caso es que después del 27 de mayo Coalición Canaria ha dejado de existir como federación de partidos, sólo ha quedado ATI con su poder ahora único, mientras Nueva Canarias le ha arrebatado no sólo los votos en Gran Canaria sino que han hecho que perdiera el grupo parlamentario que tenía en Las Cortes. Cuando sus líderes ufanos lograron acercar a Juan Manuel García Ramos a su entorno meses antes de las elecciones para algún día usar las tan codiciadas siglas del PNC, en un proyecto de equiparar su nacionalismo oportunista con uno de mayor carácter histórico como es el vasco por la simple sonoridad con las siglas PNV, poco pudieron imaginar que CC acabaría desmembrada de esta forma. Lo único que de momento ha salido indemne a este proceso es el rescate del pleito insular hasta para ver con cierta tristeza como Jerónimo Saavedra celebraba el 80 aniversario de la división provincial de Canarias cosa que da pena y es hasta cínico que se deba celebrar.
José Carlos Mauricio, que por primera vez no obtuvo cargo alguno en la historia, es el paradigma de lo que ha de suceder con esta formación. Y no me refiero a que se tenga que poner a trabajar después de 30 años arañando del poder sino porque él representa como nadie al político chaquetero y sibilino canario que es capaz de cualquier cosa con tal de estar en el poder. Mientras la soberbia de los dos aliados en el Gobierno de Canarias como la de Soria o Rivero debe estallar por algún lado vemos que las estructuras que dan el poder a éstos siguen muy sólidas. El sector de los constructores sigue empeñado en llevar adelante sus proyectos, ahora se van a expropiar terrenos cultivables en Los Rodeos para seguir con su especulación, mientras la prensa de Tenerife cierra filas contra imputados como Miguel Zerolo al que si no le crecen los enanos le crecen las propiedades. La casi totalidad de los altos cargos de CC son capaces de convertirse en cualquier cosas, hasta en nacionalistas que ellos llamarían hoy radicales y que ofrecen una Constitución de Canarias por entregas en El Día, para seguir apegados al poder.
El aparato que mantenía la UCD no despareció en su totalidad sino que se integró en lo que es hoy el PP o hasta en el PSOE. De aquella Transición que protagonizó este partido nos llega la Constitución que tenemos hoy que hace que tengamos un sistema monárquico y que, parece mentira, todavía hay que recordar que impuso el antiguo dictador. Que Coalición Canaria pase a llamarse ahora ATI, PNC, Caciques sin Fronteras o que se disuelva en otra cosa es irrelevante porque las estructuras de poder se mantienen de una u otra forma. Esto es lo que pasa siempre en un sistema democrático que se queda en la parte ceremonial de un voto, que encima en Canarias está ponderado, una vez cada cuatro años y donde no se profundiza en la democracia de los ciudadanos sino que se huye de ello como fue el rechazo de la ILP en el Parlamento de Canarias para defender la costa de Granadilla respaldada por 56.087 firmas. El día en que los ciudadanos podamos elegir sí las obras deben ser para Antonio Plasencia, Ambrosio Jiménez o para ninguno porque no son necesarias será signo de que estas estructuras de poder que manejan a CC habrán, cuando menos, desaparecido.
Canarias 24 Horas, 8 de octubre de 2007.
Las extrapolaciones nunca suelen ser adecuadas y, cuando menos, muchas veces son desafortunadas. El caso es que, no sé si es un profundo deseo que tengo hace tiempo o un adecuado análisis de la realidad, no he podido evitar pensar alguna vez que haya cierto paralelismo entre la desaparición de UCD en 1982 y la sonada derrota de Coalición Canaria tras las elecciones del 27 de mayo pasado. Un paralelismo que, realmente, se hace visible en un principio pero hay que tener en cuenta otras muchas más cosas que hacen que estos hechos no sean idénticos. El caso es que gracias al peculiar sistema electoral canario, por el desmesurado poder del voto en las islas menores, el descalabro electoral de CC no es tan grande. Es más, en virtud a un pacto que se ha dado a conocer como de los perdedores Coalición Canaria ha vuelto a gobernar la comunidad en contra de la mayoría que le dio la victoria a López Aguilar. Si estas mismas circunstancias tuvieran lugar en una supuesta democracia situada, pongamos, en Sudamérica, estaríamos hablando de caciquismo y tildaríamos este gobierno como República Bananera porque aquí ya sabemos que muchos medios prefieren llamar las cosas por otro nombre o simplemente ocultarlas.
El caso es que después del 27 de mayo Coalición Canaria ha dejado de existir como federación de partidos, sólo ha quedado ATI con su poder ahora único, mientras Nueva Canarias le ha arrebatado no sólo los votos en Gran Canaria sino que han hecho que perdiera el grupo parlamentario que tenía en Las Cortes. Cuando sus líderes ufanos lograron acercar a Juan Manuel García Ramos a su entorno meses antes de las elecciones para algún día usar las tan codiciadas siglas del PNC, en un proyecto de equiparar su nacionalismo oportunista con uno de mayor carácter histórico como es el vasco por la simple sonoridad con las siglas PNV, poco pudieron imaginar que CC acabaría desmembrada de esta forma. Lo único que de momento ha salido indemne a este proceso es el rescate del pleito insular hasta para ver con cierta tristeza como Jerónimo Saavedra celebraba el 80 aniversario de la división provincial de Canarias cosa que da pena y es hasta cínico que se deba celebrar.
José Carlos Mauricio, que por primera vez no obtuvo cargo alguno en la historia, es el paradigma de lo que ha de suceder con esta formación. Y no me refiero a que se tenga que poner a trabajar después de 30 años arañando del poder sino porque él representa como nadie al político chaquetero y sibilino canario que es capaz de cualquier cosa con tal de estar en el poder. Mientras la soberbia de los dos aliados en el Gobierno de Canarias como la de Soria o Rivero debe estallar por algún lado vemos que las estructuras que dan el poder a éstos siguen muy sólidas. El sector de los constructores sigue empeñado en llevar adelante sus proyectos, ahora se van a expropiar terrenos cultivables en Los Rodeos para seguir con su especulación, mientras la prensa de Tenerife cierra filas contra imputados como Miguel Zerolo al que si no le crecen los enanos le crecen las propiedades. La casi totalidad de los altos cargos de CC son capaces de convertirse en cualquier cosas, hasta en nacionalistas que ellos llamarían hoy radicales y que ofrecen una Constitución de Canarias por entregas en El Día, para seguir apegados al poder.
El aparato que mantenía la UCD no despareció en su totalidad sino que se integró en lo que es hoy el PP o hasta en el PSOE. De aquella Transición que protagonizó este partido nos llega la Constitución que tenemos hoy que hace que tengamos un sistema monárquico y que, parece mentira, todavía hay que recordar que impuso el antiguo dictador. Que Coalición Canaria pase a llamarse ahora ATI, PNC, Caciques sin Fronteras o que se disuelva en otra cosa es irrelevante porque las estructuras de poder se mantienen de una u otra forma. Esto es lo que pasa siempre en un sistema democrático que se queda en la parte ceremonial de un voto, que encima en Canarias está ponderado, una vez cada cuatro años y donde no se profundiza en la democracia de los ciudadanos sino que se huye de ello como fue el rechazo de la ILP en el Parlamento de Canarias para defender la costa de Granadilla respaldada por 56.087 firmas. El día en que los ciudadanos podamos elegir sí las obras deben ser para Antonio Plasencia, Ambrosio Jiménez o para ninguno porque no son necesarias será signo de que estas estructuras de poder que manejan a CC habrán, cuando menos, desaparecido.
Canarias 24 Horas, 8 de octubre de 2007.