19 agosto 2006

Un día en el Paraíso

Un día más amanece en El Paraíso. En el dormitorio situado en el Jardín, bananero, de Adán suena el despertador con la melodía del pasodoble que habla de unas islas y que son el himno oficial de esta región de La Creación. Debajo de unas sábanas, que tienen estampada la leyenda una tierra única lo importante son las personas, emerge un brazo ensortijado que, como por intervención divina, apaga el interruptor del reloj. Adán pasa perezoso unos minutos más bajo las sábanas planeando enredos con su Lado Malo, el Bueno ha sido sobornado hace una legislatura y ocupa un cargo de viceconsejero en una empresa que levanta planos del territorio con la mirada puesta en El Cielo, mientras se tira sonoros gases sin preocuparse por las consecuencias de éstos sobre el efecto invernadero ya que en El Paraíso dicen cumplirse las cuotas de emisiones de gases de toda La Creación gracias a la política energética de Eolo y del Gas Natural y Licuado. Ya en el baño, y después de una ducha envilecedora con agua pública privatizada, al mirarse en el espejo dice sus frases favoritas que, desde hace décadas, repite a diario como ritual neurótico para afrontar la jornada: mi ombligo es redondo luego el mundo es perfecto y ya me lo dijo dios, creced y multiplicaros… en dinero. Como cada día sus vestiduras son altivas y acordes con su posición. Eso sí, desde hace un par de instituciones no se pone en sus parte pudendas la hoja, de platanera, de la vergüenza porque eso es algo que ha perdido hace tiempo. Cuando pasa al comedor, como cada mañana, sus sirvientes le han preparado un desayuno frugal compuesto por gofio transgénico, queso de la tierra con leche de cabra foránea, papas arrugadas de importación y fruta subvencionada. Como siempre picotea por encima los alimentos de la tierra paradisíaca, que no sólo le producen gases por la mañana sino diarreas a medio día, y coge excitado La Manzana, aquella misma Manzana que una vez reconoció que en política había que morder más de una vez, y le pega un bocado sin necesidad de serpiente alguna que le tiente. Este es, sin duda, el mejor momento del día y que acaba siempre convirtiéndose en onanista y autocomplaciente.


En su gabinete despacha primero los resúmenes de prensa que sus subordinados le han preparado. Guarda para papel higiénico, por eso de las crisis del medio día en el inodoro, las que son críticas y que provienen de páginas electrónicas independientes y se regodea con las favorables que le llegan desde El Diarrea, La Televisión Nuestra, El Diario de Abusos, Radio Pus y El Periódico de la No Opinión. Todo está bien para estos medios: El Paraíso progresa, los ricos son más ricos porque no pagan impuestos y éste es lo más grande de toda La Creación aunque oscurece el panorama, y nunca mejor dicho, un apagó producido por una vulgar tormenta que los medios se encargarán de agrandar. Así y todo, cae la segunda del día y eso que se acaba de levantar. Aún jadeante llama a sus subordinados para que le cuenten cómo va su principal proyecto para El Paraíso: el Eje Transparadisíaco de Comunicaciones que permitirá poner el contenido del Arca de Noé del Este del Edén al Oeste, también del Edén, en menos de ocho horas. Sin tratar de llevarle la contraria sus súbditos le cuentan lo más sutilmente posible, como cada mañana, que ese eje es imposible, que como publicidad va bien pero que El Paraíso está segmentado, en otros lugares de La Creación se usa el hecho de la fragmentación del territorio para obtener beneficio económico, y que es muy difícil crear unas redes de transporte sólo con la palabra y que hay que hacer algo y no esperar a milagros. Desde el suceso de la costilla, que creó la oposición y estableció La Sagrada Trinidad de los Partidos, en El Paraíso el único prodigo que existe es el de que la gente humilde logre sobrevivir todos los días. Como siempre se le hace ver el coste sobre el territorio que este eje podría tener, sobre todo con la construcción de un puerto sobre las aguas donde se reproducen los peces allá en el Sur del Paraíso. Como todos los días, a esta altura de la explicación, salta en cólera, despide a sus subordinados y se pone a gritar que El Paraíso es suyo, que dios se lo dejó como legado para que hiciera lo que quisiera y que aunque los vientos se conjuren para apagar las luces de sus tierras, pero también para enredarlo todo en los parques de molinos de la corrosión eólica, él es, todavía, El Primer Hombre. A estas alturas de su ira debe retirarse a la habitación más pequeña de palacio, esa que también es la más húmeda, para sentarse y poner los papeles de las críticas detrás de sí y para, una vez allí, pensar en la política cultural de El Paraíso que debe ser de propaganda y acorde con los viajeros ricos que desde muchos lugares de La Creación llegan hasta allí para dejar su oro. Una vez el agua corre por el inodoro se lleva tras de sí un nuevo plan cultural para el conjunto del Paraíso.
La hora del almuerzo siempre la pasa con uno de los Grandes Hacedores de edificios, caminos, muelles y puertos de los cielos, esos que no pagan impuestos por lo que tienen la sensación de que El Paraíso de Adán es mucho más Paraíso, para ellos, que nadie en toda La Creación. Este día ha quedado para comer con uno que viene de La Punta más Larga de todo del Edén y con el que tiene, siempre, la mayor de las complacencias. Si bien éste no es su mejor momento, físico, del día sí lo es para el que ha quedado a comer con él: de postre no sólo le ofrece unos tiritos en uno de los múltiples campos de golf de todo El Paraíso sino que lo satisface, de la misma manera que él se satisface a sí mismo, con sus propias manos y boca al Hacedor para que no deje de invertir en todo su Edén. Luego se retira a sus aposentos a dormir la siesta y ahora el que se toca es él mismo entre gases provocados por el almuerzo y excitado por lo que esta tarde va a hacer, visitar a los marginados del Paraíso.
La visita suele constar de tres fases: paseo por las zonas de los marginados, visita a los calabozos de La Santa Inquisición y parada frente a las fronteras del Paraíso para reprender a los pobres que tratan de navegar hasta dentro del Edén en busca de oportunidades. A pesar de que en El Paraíso las grandes fortunas han madurado, gracias a que los ricos no pagan impuestos, una gran masa de personas, 442.888 concretamente, son pobres o viven en el umbral de lo que significa serlo de un total de casi dos millones de almas que tiene ya El Paraíso. Por eso a Adán le es particularmente gratificante pasar, cada día, por las zonas de chabolas que viven los pobres para arrojarles unas pocas monedas mientras pasa en su carruaje oficial escoltado con lo que, por ahora, un cuerpo de élite de lo que algún día será la policía del Paraíso. Excitado, no puede evitar acariciase por encima del pantalón. Este viaje suele tener como destino la visita a los calabozos de La Inquisición, allí donde están encerradas las personas que han mostrado algún tipo de valía personal y se han distinguido por pensar. Hay particularmente uno, que ha osado escribir un libro que hablaba en actitud crítica de Su Paraíso, y contra el que su sistema ha descargado todas sus enjundias. A parte de este compañero los calabozos y las salas de tortura se hayan llenas de disidentes, personas que sólo han cometido el delito de pensar o que se han negado a firmar informes negativos al impacto ambiental sobre las costas del Paraíso. Adán se muestras siempre, en estas visitas, muy interesado porque el sistema siga cayendo, completamente, encima de ellos ya que siempre se ha declarado un enemigo acérrimo del pensamiento. De retirada al palacio hace una visita a las fronteras del territorio paradisíaco donde los hombres y mujeres del piel más oscura, y menos oro en sus bolsillos, llegan a diario en pequeñas barcazas en busca de una oportunidad en la vida y que son atraías por la boyante economía del Paraíso. Algunos pasarán para que se sigan construyendo más vías de comunicación en El Edén, en régimen de esclavitud, y otros serán tomados como prisioneros para que otros estados paguen por ellos un precio político y sirvan como chantaje emocional de que El Paraíso, precisamente por serlo, es una región ultraperiférica de La Creación. Desde las fronteras les dice que no se avergüencen de ser pobres porque, nosotros, dice Adán, en El Paraíso también lo fuimos aunque ahora, gracias a dios, ya lo hemos olvidado y por eso ahora no va a pasar nadie. Como siempre a esta hora se retira a palacio. Allí le esperan los festejos, las orgías y las bacanales diarias en un ambiente tan selecto que nosotros, ni siquiera como narradores de esta historia, nos está permitida la entrada.
Un día más ha pasado en El Paraíso. Un rayo de Luna se cuela entre las cortinas de las ventanas del dormitorio e iluminan el rostro de Adán mientras este está ya en el duermevela. Como siempre reza mecánicamente sus oraciones con ayuda de su Lado Malo. Desde hace algún tiempo en ellas pide que dios le conceda 4 años más de legislatura en El Paraíso ahora que su poderío está amenazado por un belillo que ni siquiera tiene estudios. Dios siempre le contesta lo mismo, Adán, no has obrado bien, te di un Paraíso para que vivieras en armonía al entorno y has dejado que se pudra y ahora me pides más tiempo... Has de saber que para ello algunas cosas han de cambiar y que yo también quiero un cargo en un área de cultura y una nueva casa en La Tierra porque la mía ardió… Para entonces Adán, indefectiblemente, duerme siempre plácidamente con un hilillo de baba que le cae de la comisura de los labios.
Canarias Digital, 14 de agosto de 2006.