Siempre hay algo especial en un nombre. Por lo visto hay culturas, a mí siempre me ha parecido una leyenda urbana pero vale el concepto para este caso, que no ponen directamente a los niños y niñas sus nombres sino que éstos, cuando crecen, lo eligen por sus realizaciones en la vida. Hay una componente libertaria y democrática en ello. Otra gente, sin embargo, nace con unas circunstancias vitales tan elevadas que ya el nombre configura su vida. Parece que este es el caso de Emilio Botín presidente del Santander Central Hispano, una sopa de nombre formado por antiguos bancos fusionados y pagados a base de talonario, presidente de la mayor entidad financiera de España y una de las mayores fortunas personales del país. Es muy probable que estas mismas circunstancias hayan ayudado bastante a que haya sido declarado inocente en el juicio que se celebró contra él por fraude fiscal en la Audiencia Nacional. Y es que un nombre es un nombre, y más el suyo que suena a una parte de la isla del tesoro.
La pintada que se ve en esta fachada fue vista y no vista. Pasé un día y le saqué esta foto. 48 horas después había desaparecido. Hay empresas que por un módico precio se dedican a limpiar graffitys, sobre todo si hay un Botín por medio. Lo que no se puede cambiar es el nombre, lo elijas tú o él te elija a ti.