Foto cedida por David Gaspar |
Mientras el negocio de libro
impreso se hunde a pasos agigantados y deja de tener la notable
influencia social que antaño tuvo la Editorial Planeta invierte a
fondo perdido millones de euros en editar libros que apenas se
van a vender de personajes tan grises y cuestionables como Pedro
Solbes, José María Aznar, Felipe González o un completo miserable
como José Luis Rodríguez Zapatero que en su último libro publica
la famosa carta del BCE que conminaba a España a empezar la actual
senda de recortes y que en su día negó al Parlamento. A Planeta le
da igual el signo político del personaje en cuestión y tira a
izquierda o derecha, el lector sabe perfectamente que el PSOE
es derecha siempre sobre todo cuando está en el poder pero empleo la
terminología al uso, y lo importante es ganar influencia con la
publicación de este tipo de libros y, en el caso de sus últimos
lanzamientos, es una manera de pagar los servicios prestados
pasando un suculento cheque a Solbes o Zapatero. La estrategia además
es bastante simplona pero funciona: echarlos a pelear en los
medios de comunicación que controla y en los que paga para hacer
creer que hay un debate social entre estos dos impresentables cuando
en realidad éstos deberían estar pagando penalmente por el abismo
al que nos han encaminado. En 2004 tanto Solbes como Zapatero podían
haber enfriado la economía dirigiéndola hacia otro lado del que la
encaminaron a finales del siglo pasado Aznar y Rato con su nefasta
ley del suelo pero prefirieron meternos de lleno en la burbuja que
tan ricos hizo a muchas empresas empezando por la que publica ahora
estos libros, la Editorial Planeta.
El género de las memorias
políticas ha sido cultivado por esta editorial a niveles
insuperables sin duda influidos por la forma de hacer libros del
fundador de esta editorial, José Manuel Lara, viejo beneficiado por
el franquismo y cuyo teléfono siempre estaba en las agendas de los
ministros del dictador pues sabemos que era buen amigo de un
falangista como Manuel Fraga. En estos años hemos visto más libros
que los mencionados más arriba, y cito de memoria, sino también de
un inepto como Mariano Rajoy, Santiago Carrillo, Adolfo Suárez, Juan
Carlos Rodríguez Ibarra, Alfonso Guerra, un multimillonario
sospechoso como José Bono, un populista como Miguel Ángel Revilla y
la falangista Rosa Díez al poco de sacar su escaño de diputada con
su partido de ultraderecha UpyD. Alfonso Guerra y Santiago Carrillo
pueden ser muy discutibles pero no se les puede quitar la capacidad
intelectual de haber escrito un libro o lo que sea pero de todos los
demás ésta es más que discutible. Sin duda una de las profesiones
menos gratas del mundo y que debe ser muy frustrante es la del
Escritor Fantasma, o negro
literario, aunque sin duda en el caso de estas memorias políticas
parece que en determinados casos el trabajo está bastante bien
pagado. No cualquiera puede hacerle los libros a un personaje tan
siniestro como José María Aznar ni mucho menos presentárselo. Así
hizo el traidor a la causa obrera, exdirigente de CC OO, José María
Fidalgo que ya el 1 de Mayo de 2003 era agredido por un trabajador
traicionado por este sindicato vertical de la antigua Sintel cuando
en la manifestación se reía en la cara de todos los trabajadores a
los que utilizó durante años para vivir mejor que nadie. El golpe,
que sin legitimar la violencia sin duda muchos trabajadores pensaron
que estaba más que justificado, debió de haber acabado por completo
con las últimas neuronas de la vergüenza que a este señor le
quedaban dañando irreparablemente su cerebro.
En un país como este donde
se ha despilfarrado de lo público de manera corrupta y delictiva, en
Canarias, Valencia, Madrid o Andalucía los partidos que allí han
gobernado han constituido sus entramados corruptos muchas veces para
financiar el partido o simplemente para robar, contrasta el celo que
tienen las empresa privadas, que en la burbuja ganaron muchísimo
dinero, para mantener saneadas sus cuentas privadas a costa de
explotar a los trabajadores, evadir impuestos o hasta de exprimir a
lo púbico para su beneficio particular. Que la Editorial Planeta
pague cifras millonarias para editar unos libros que, en el fondo,
apenas se compra y nadie con un poco de sentido de la estética
pasaría horas leyendo y que pronto pasan al olvido tiene el objetivo
claro de marcar su territorio. La editorial catalana aprovecha así
para estar a bien con todos los que en algún momento pueden tocar el
poder pagando suculentas sumas de dinero por pura paja y, al mismo
tiempo, ganar en influencia política que tan bien le resulta a su
concentración de medios, de las mayores en habla castellana, en un
momento dado.
Donde huela a dinero allí
estará el Grupo Planeta sin importarle editar periódicos
catalanistas como Avui o fascistas como La Razón,
mantener, de momento, la línea progresista de La Sexta al
mismo tiempo que Antena 3 tiende hacia la ultraderecha o tener
en nómina a dos oligofrénicos aparentemente distintos, pero
idénticos en muchos sentidos, como son Aznar y Zapatero. De la casta
de políticos profesionales que hemos sufrido en todos los años de
democracia ceremonial hay pocos que se salven, no hay sino ver cómo
el patrimonio de muchos ha experimentado un incremento poco
justificable y si le sucediera a cualquiera de nosotros nos caería
una inspección de hacienda que, como bien sabemos por el condenado
Carlos Fabra, a cualquiera nos pueden encontrar una irregularidad.
Para estos mediocres segundones que se han dedicado a la política
durante años, y que a la vista de lo que están sucediendo han
arruinado el país durante muchos años, siempre hay al final de su
trayectoria política un cheque de Planeta que esta editorial les
dará con gusto, pese a no tener nada válido que decir, en pago a
los servicios prestados.